miércoles, junio 22, 2005

La mudanza

Estoy escribiendo desde una casa semi vacía, rodeada de cajas... Mudarse es como cambiar de piel, es una pequeña muerte. Empacas tus cosas y descubres pasmado que no necesitas ni la mitad de lo que tienes, atesoras piedrecitas, pequeñas figuras, papelitos ilegibles, viejas camisetas, recuerdos de tu pasado. En esas cajas contienen información que muy probablemente solo yo pueda leer. Los objetos que nos rodean hacen parte de nosotros y alimentan nuestros recuerdos, la imagen que tenemos de nosotros mismos. Mudarse implica cambiar rutinas y hábitos, abandonar un sitio, dejar de saludar a gente que nos cae bien y olvidarnos para siempre de uno que otro vecino ruidoso. Cuando cambiamos de lugar descubrimos algo nuevo de nosotros mismos, los espacios nos ofrecen retos diferentes, posibilidades nuevas, por eso es tan agradable hacerlo porque empiezan nuevos retos, nuevas apuestas... Yo estoy feliz y sin embargo miro con nostalgia por la ventana, me voy de un barrio al que he aprendido a querer, al que voy a extrañar y, ante todo, cierro un ciclo de mi vida para empezar uno nuevo... eso, no siempre es fácil.

domingo, junio 12, 2005

Un domingo sin tristeza

Estos días han sido extraños. Desde el viernes siento que necesito silencio, he estado leyendo, pensando, ocupada con las niñas. Me he topado con distintos blogs.. y en suma me hago la pregunta de cómo seguir escibiendo en mi blog, a ratos se me antoja muy impersonal, es decir, para eso están las revistas donde puedo sacar reseñas o artículos, en mi blog, supongo, el gato puede tomarse el momento con calma para hablar de otras cosas. Hoy domingo, con mucho frío, quisiera decir que han sido unos días desafortunados en cuanto al cine, me vi Birth, traducida como Reencarnación, con Nicole Kidman. No es que tuviera muchas expectativas pero la idea me parecía interesante: un niño que aparaece diciendo ser el esposo difunto hace diez año e intentando impedir una nueva boda. La película peca por pretenciosa, empieza con buenas secuencias, muchos silencios y haciendo un esfuerzo por adentrarnos en el drama interior de la mujer sorprendida por la noticia. Todo se va desdibujando, los personajes pierden cuerpo y la resolución es bastante torpe. Me quedé sintiendo vacía, hacía mucho no me pasaba eso con una película y hay que decir que me veo de todo. Al dia siguiente, buscando una onda más light y divertida me dió por verme La chica de al lado y , aunque a ratos me reí, quizás para justificar la trasnochada, francamente está muy regular. La película pretende imitar aquella cinta ochentera con Tom Cruise y una prostituta, ¿Dinero fácil? ¿negocios sucios? No recuerdo el título, pero tantas, tantas cosas son tan claramente sacadas de allí que dan ganas de llorar de lo barato de la imitación y, para seguir la rima, de la poca imaginación de los guonistas. Claro, quién dijo que no se podían reeencauchar ideas pero, por favor, por lo menos intentar hacer un buen casting (el protagonista parece de 12 años) y crear una historia por lo menos coherente. En fin, ni para qué me detengo a detallar todo lo que no funciona. Afortunadamente la lectura salvó el fin de semana. Además de haber estado repasando los libros de Chigüiro hechos por Ivar Da Coll, unos libros sencillos y preciosos sobre los que espero escribir una reseña (son libros que carecen de texto así que hablar de lectura puede sonar contradictorio pero realmente se "leen"), terminé de leer la novela Relato de navidad en la gran vía de Ricardo Silva. A Ricardo lo conocí hace muchos años en la universidad, teníamos una amiga en común, y terminamos pasando mucho tiempo juntos los tres. Curiosamente gravitabamos alrededor de nuestra amiga.Fueron días que recuerdo con felicidad porque nos divertíamos y eramos felices de maneras muy sencillas, eramos embriones de lo que somos ahora... caminabamos desde la universidad hasta la casa de mi amiga hablando de lo divino y lo humano... Ricardo es muy divertido y un ser humano muy sensible y generoso, era fácil quererlo. Nuestra amiga estaba casada y por eso su casa era el punto de reunión obligatorio para nosotros, jóvenes estudiantes que vivíamos aún con nuestros padres. Ahora, que han pasado muchos años Ricardo y yo nos hemos reencontrado, nuestra amiga está separada hace mucho tiempo y nosotros, cada uno por su lado por supuesto, está casado. Nuca había leído nada de Ricardo, no sé bien que clase de prejuicio tenía pero sentía que no me iba a gustar, por otra parte, tiene a dificultarseme leer a gente muy cercana. Empecé con Parece que va a llover y me encantó y cómo ven, rápidamente busqué otra .. Cuando uno logra conectarse con la voz de un autor, comprender y sentirse a gusto en el universo que crea es delicioso quedarse unos días allí, leer muchos de sus libros. Es una experiencia de verdad placentera. El caso es que Ricardo no ha temido desarrollar una voz muy propia, muy personal.. lo admiro por eso. Y quizás esa imagen sea suficiente para cerrar este instante de reflexión antes de irse a dormir.

Moraleja

Esto quería escribirlo hace días, lo pensé tras escribir el post anterior recordando una de las escenas de Una buena chica:
La moraleja es sencilla, huye y no mires para atrás si alguna vez estás junto a la persona que crees amar, acabas de cometer el acto más extremo del mundo para estar allí, junto a ella, y le propones, aún en medio de la adrenalina, que se escapen juntos y ella te contesta "es que tengo que empacar... mejor mañana"

lunes, junio 06, 2005

Dos historias para pensar en el amor

Curiso caso el de anoche… ayer en A&E Mundo dieron Los puentes de Madison, película protagonizada por Meryll Streep y Clint Eastwook. Durante el día había hablado de esa película y fue una grata sorpresa topársela ya en la noche cuando el silencio se apoderaba de la casa. La película es francamente fantástica, ahí están estos dos veteranos, este fotógrafo de la Nacional Geografic y el ama de casa de un pequeño pueblo de Iowa enfrascados en el descubrimiento de una mutua pasión. El destino se confabula para regalarles unos días y entonces se pueden amar.. los ves bailando, mirándose, temerosos primero, después felices, plenos, pero… claro , es imposible que dure. Francesca decide quedarse junto a su marido en un acto que podría interpretare como cobardía pero que es muchas cosas, es asumir un compromiso establecido, quedarse al frente de un hogar que es un proyecto en el que ya estaba embarcada y dejar esos cuatro días congelados en un recuerdo hermoso e intenso que ya no solo nunca le será arrebatado sino que además será eterno. No abandonar a su familia tras el fotógrafo de estabilidad incierta, tras este “ciudadano del mundo” que ya una vez fracasó en establecer un hogar tiene lógica porque tras esos días intensos vendría otra cosa, el día al día, los amaneceres iguales y la culpa por haber abandonado a sus hijos…. Ella se queda y atesora esos días y los convierte en un recuerdo del que puede nutrirse cuando las mareas están bajas, cuando la vida pierde su sentido. Claro, es una decisión difícil y doloroso que supone, también, un sacrificio. Ahora bien, lo curioso es que ayer dieron, en Fox, al tiempo, Una buena chica, película protagonizada por Jennifer Aniston y Jake Gyllenhaal. En ella Aniston encarna a Justine una cajera de supermercado que ha visto pasar frente así sus mejores años cumpliendo con un trabajo mediocre y al lado de un marido que pasa la mayor parte del tiendo viendo televisión mientras fuma marihuana junto a su amigo Bubba. La película se detiene varias veces en la mirada, cada vez más, perdida y vacía de Aniston que abraza con resignación tan triste destino. Aparece entonces el joven Holden (Gyllenhaal) quien se autodenomina así mismo con el nombre del personaje de El guardian entre el centeno. Este joven apasionado, con ambiciones de escritor, descubre en la acongojada Justine un alma gemela (“los dos somos unos abusados, unos incomprendidos”) e iniciarán un apasionado romance. Lo que al inicio devuelve el brillo a los ojos de Justine termina por convertirse en una trampa, es imposible seguir así. El joven Holden está enamorado y desea acabar, de una buena vez, con esa vida de apariencias, huir, hacer algo, tomar las riendas de una vida que los aplasta. Justine por el contrario parece enfrascase más en su vida miserable, y hasta acepta acostarse con Bubba en una terrible escena de sexo con tal de que su secreto no salga a la luz. Enfrentada a la disyuntiva de si continuar su vida monótona y oprimida o huir con este muchacho desestabilizado, casi un niño, atormentado y depresivo opta por lo malo conocido. Es entendible, como lo es la decisión de Francesca en la película de Eastwook, pero lo que duele y lastima de Una buena chica es que Justine optará por su propio bienestar, ese bienestar mediocre y deslucido, a costa de otros, a costa de su propia vida, y preferirá ser “una buena chica” y sacrificar a Holden de la peor manera, destruir, para siempre, cualquier posible vía de escape. Aunque existe, como se ve, cierto paralelismo entre las dos historias las diferencia algo terrible, en la primera, el amor consigue convertirse en una experiencia intensa de comunicación con otro y, sobre todo, en motor de vida, de autoaceptación e impulso vital. En la segunda, lo que inicia de esa manera termina doblegado por la mezquinad y el egoísmo, por un entorno de incomunicados, de existencias monótonas a las que ya nada puede devolverles la vitalidad. Tras la aventura, qué horror, para Justine no solo nada habrá cambiado sino que ahora sus grilletes son aún más fuertes.

jueves, junio 02, 2005

Reseña Mi nombre es Dina

Jeg er Dina

Northern Lights A/S, 2002, Duración: 125 minutos Dirigida por Ole Bornedal, Escrita por Ole Bornedal y Jonas Cornell, basados en la novela de Herbjørg Wassmo. Interpretes: Maria Bonnevie .... Dina,, Bjørn Floberg .... Padre de Dina,Gérard Depardieu .... Jacob, Christopher Eccleston .... Leo Zhukovsky, Pernilla August .... Hjertrud

La acción ocurre en Noruega a mediados del XIX. La protagonista, Dina, es quien nos contará su historia. “Mi nombre es Dina, no soy nadie” dice muy pronto… Difícil no estremecerse durante los primeros 15 minutos de la película tras la trágica y espantosa muerte de la madre causada, por accidente, por la pequeña Dina. La secuencia es espantosa y es, más que evidente, que la psique de la niña, ya no será la misma a partir de ese momento. (No puedo dejar de señalar que la actriz Pernilla August parece estar especializándose en los papeles de madre que muere trágicamente, recordemos el Capítulo II de Star Wars). Dina se ha quedado sola y su padre la culpa por lo ocurrido, desde ese momento deja de verla, está allí pero la ignora, y si la mira y si por un instante la ve es para castigarla, de alguna manera, por lo ocurrido. Abandonada a su suerte, lacerada y dolida Dina se convertirá en una especie de animal salvaje. Aprenderá a mirar el mundo con ojos asustados pero sabrá exactamente cómo defenderse. De su autismo será rescata por su profesor particular quien logrará conectarla con la realidad a través de la música. Sin embargo, no será esta el epicentro de la película, no es una historia de auto superación a través de la música; la fascinación de Dina hacia ella es, más bien, la de un animal salvaje ante melodías armoniosas. La música consigue calmarla y se convertirá, desde el momento en que será capaz de interpretarla, en una herramienta para canalizar sus pasiones. Porque en la protagonista conviven dos fuerzas, una vital y salvaje, llena de coraje y erotismo (como lo descubre tras su matrimonio por conveniencia) y otra oscura que la vincula para siempre con el mundo de los muertos. Para recuperar un poco la cordura, su mente infantil la ha hecho creer que causar la muerte de su madre era necesario para aliviarla de dolores y sufrimientos y a partir de ese momento se sentirá vinculada fatalmente con la muerte y capaz de producirla en aquellos que la rodean (cosa que de una u otra forma termina por ser cierta).
Dina, fuerte, inteligente, caprichosa y decidida camina descalza con sus vestidos sueltos desafiando una época y un modo de ser. Ama con pasión pero no encuentra sosiego a sus impulsos, a las fuerzas del erotismo y muerte (Eros y Tanatos) que cohabitan en su interior. ¿Quién la puede rescatar de esa disyuntiva? Su maestro, antes de morir, le aconseja que viva y ame, que no se muera sola. Dina lo intenta pero las relaciones humanas son complejas y abrir su corazón es algo que no se aprende en medio de la batalla por sobrevivir.
La película es la adaptación de un libro cosa que se hace evidente en la construcción de personajes complejos y en las múltiples relaciones que entreteje. Precisamente, por el afán de condensar mucha información, algunas historias no se desarrollan del todo y queda uno que otro cabo suelto, pero en general es una historia creíble y trágica, enmarcada por una fotografía cuidadosa que se regodea con los preciosos e imponentes paisajes Noruegos en los que se percibe la fuerza desmedida de la naturaleza. . El sabor del final es ambiguo ( nos recuerda El piano de Jane Campion), Dina no está dispuesta a permitir ser abandonada por quienes ama y ese es un propósito muy difícil y doloroso porque de una u otra forma siempre terminamos solos. Tras los subtítulos queremos pensar que ella se ha liberado, que el amor, quizás, pueda sanar sus heridas, pero la película ha sembrado la inquietud, lo que se pide es difícil, las fuerzas condensadas en Dina conviven en un frágil equilibrio que tiende a resquebrajarse y los deseos formulados por una niña asustada y culpable pueden volverse mortales, ¿no es eso, acaso, lo que esa mirada inquietante del final nos trasmite?