sábado, abril 30, 2005

Breve reflexión sobre el blog

No puedo evitar ponerme a escribir de inmediato. Durante estos días había estado reflexionando mucho sobre la existencia de mi blog. ¿Qué es lo que deseo de él? en primera instancia lo visualicé únicamente como un espacio de reflexión sobre el cine y la literatura, un lugar en el que las discusiones en clase con mis alumnos pudieran continuar y en la que amigos, conocidos y extraños pudieran participar...
Cuando uno escribe siempre se imagina, o mejor dicho se pregunta por aquellos que leerán nuestro escrito. El blog me ha parecido extraño, el hecho de que inmediatamente quede publicado en la red me impresiona y maravilla. No puedo evitar pensar que la idea del artista incomprendido ha quedado, finalmente, sepultada por la realidad, por que ¿cómo vamos a decir que nadie nos entiende si podemos poner nuestros escritos a disposición de una cantidad de lectores? Claro, siempre puede pasar como lo discutía con mi amiga autora de www.pezesgordos.blogspot.com, que uno sea al que no llaman, ni invitan nunca en la “realidad” y corra la misma suerte en la red.(Se plantea aquí una cuestión interesante, ¿es otra la vida dentro de la red, somos los mismos dentro y afuera? Tema para otro blog) En fin, todo este larguero para decir que me he sorprendido mucho con los últimos comentarios a mis escritos porque han sido hechos por personas a las que no conozco. Ellos se han tomado el tiempo para leer y contestarme, yo, curiosa, visité sus blogs y por obra del ciberespacio hemos tenido una especie de conversación a destiempo y aunque en una calle nunca nos saludaríamos, de alguna manera, ya nos conocemos.

lunes, abril 25, 2005

Película recomendada de la semana: Billy Elliot


Director: Stephen Daldry
Año: 2002
País: United Kingdom
Categoria: Drama
Actores: Julie Walters
Gary Lewis
Jamie Draven
Jean Heywood

Billy Elliot narra una historia sencilla: un niño de 11 años, nacido en el seno de una familia de mineros en Inglaterra, descubre, de manera inesperada, su pasión por el ballet y decide, a pesar de un entorno contrario a eso, que desea bailar.
La película, a primera vista, parece entonces una historia de superación personal: el muchacho, a pesar de las adversidades y gracias a su perseverancia triunfa y logra lo que quiere, o mejor, hace realidad sus sueños. Hay de eso, ¿cómo negarlo?, pero la película va un poco más allá. La familia de Billy no solo ha superado diversas vicisitudes, la muerte de la madre por ejemplo, sino que además se enfrenta a la larga huelga de mineros que tuvo lugar en 1984 (la primer ministro Margaret Thatcher, en su momento, llamó a los huelguistas: el enemigo interno). Decididos a luchar por una mejor calidad de vida, el padre y el hermano de Billy, apoyan la huelga y aguantan lo inimaginable. La lucha les da una razón de vivir, un sentido de dignidad. A punta de protestas, marchas y fortaleza estos hombres están dispuestos a hacerse oír. Billy, aparentemente ajeno a esto, enfrenta su propia batalla, perseverar en sus clases de danza a las que asiste a escondidas. Estas dos luchas, tienen un punto en común, oponerse a un entorno hostil, buscar maneras de ser escuchado y ganar un sitio en la sociedad a la que se pertenece. Lo hermoso de la película, es que realiza un sencillo homenaje al arte y las manifestaciones estéticas como productoras de comunicación y herramientas de sublimación. Es a través de la danza que Billy conseguirá expresarse de manera efectiva, será capaz de aceptarse y aceptar a los otros en sus diferencias y se convertirá en vocero de una minoría deprimida. No hay final feliz estilo hollywoodense sino una aventura interna de búsqueda y afirmación que llega a feliz término e ilumina la existencia de un puñado de hombres.

martes, abril 19, 2005

Breve reflexión sobre la muerte

Quisiera reiniciar la actividad en la página para hablar un poco de la muerte que tocó, una vez más, a mi puerta. .
No pretendo hacer un análisis filosófico ni literario sobre el tema, ni más faltaba… Me contento con decir que es difícil acostumbrarse a su presencia aunque uno ya conozca sus señales. Es decir, hace unas semanas vi en la mirada de mi abuelo Carlos, la misma luminosidad que percibí hace años en los ojos de mi abuelo Guillermo. Durante la semana contemplé las fotos del Papa agonizante y era como ver a mi abuelo vestido de blanco. Ninguna muerte se parece, pero en esos dos ancianos sentí el mismo impulso de vivir que se negaba a abandonarlos, la necesidad de comunicarse hasta el final y, en sus últimas horas, tras hacer un amago de recuperación, la entrega al único futuro posible. En los dos casos ya eran sombras de lo que habían sido, ya era difícil reconocer en los rostros angulosos y desgastados sus antiguos gestos y, sin embargo, uno hubiera querido verlos unos años más. Un deseo egoísta claro, miserablemente egoísta, pero por qué no disfrutar un poco más de una sonrisa que se ilumina al verte y de una mano que estuvo junto a ti desde que tienes uso de razón. La muerte de los mayores, nuestros abuelos, nuestros padres conlleva de una u otra forma el temor de perder a aquellos que te protegían, ya sabes, cuando en la noche alguien te abrazaba y de verdad creías que nada malo podrá pasarte. ¿Al extinguirse los guardianes quién cuidará de nosotros? No deja de ser angustioso afrontar las adversidades del mundo, que son tantas y tan variadas, en solitario y con otros, más pequeños, que ahora toman tu mano esperando que alejes las pesadillas y los miedos.
Sé que la muerte me espera al final del recorrido, confieso que quisiera saltarme esa etapa, que desearía ahorrarme los pormenores de la extinción de mi conciencia (aunque la inmortalidad también me produce horror). Me cuesta imaginar un lugar atemporal en el que podría quedarme al infinito. No sé si mis seres queridos, tantos que he perdido, estén allí y de verdad uno pueda confiar en un reencuentro feliz, a veces eso me suena muy fácil. Por lo pronto, me aferro a mi vida, a mi pequeña vida… no me cuesta respirar en esta tierra de atardeceres amarillos, y libros por leer. He construido la existencia que deseaba para mí y no me quejo, o por lo menos intento no hacerlo todo el tiempo. Lo que sí sé es que el tiempo pasa rápido y que lo poco que se atesora es muy simple, sonrisas esporádicas, conversaciones felices, lecturas inolvidables, en resumidas momentos de feliz comunicación en los que se tiende un lazo hacia otro. Suena a lugar común, lo sé, pero son momentos esporádicos, raros, que de joven una deja pasar sin miramientos. Comunicarse, comunicación real, no la que venden por ahí o se enseña en las universidades es algo que ocurre muy pocas veces, me siento afortunada de seguir rodeada por personas que un día me escucharon y a las que me encanta oír. En últimas, esta pequeña reflexión quiere ser un homenaje a los vivos, a los que nos dan fuerzas para seguir hasta que nos encontremos con la muerte, esos vivos que aún pueden leer estas líneas. A los muertos, a esas ausencias cotidianas que son un dolor constante en el pecho supongo que ya no tengo que decirles nada porque espero que el regalo que nos depare nuestro paso al más allá sea habitar por siempre el corazón de quienes nos amaron.