martes, enero 31, 2006

Estos días

Estos han sido días de pruebas y autodescubrimientos, de preguntas y respuestas, de preguntas sin respuesta y de hacerle pedidos al cielo. Cómo nos volvemos de pedigüeños cuando sentimos el abismo frente a nosotros. Nos da susto caer y entonces rogamos por nuestra salvación, clamamos por redes salvavidas, soñamos con algun Deux ex Machina que nos salve de lo que parece inminente. Yo he optado por dejarme caer... no me sentido sola, creo que muchos nos reconocemos en ese momento. Hace muchos años alguien de quien creí estar enamorada me dijo que la vida era eso, como un gran vértigo y que en medio de esa caída reconocíamos a otros que estaban en nuestra situación, él decía que así me había visto, que me reconocía como igual. Yo, con 16 años, sentí que era lo más hermoso que me había dicho borracho alguno... mi destino quedó sellado porque desde entonces me enamoro no solo de personas sino de historias, de la manera en como yo puedo contarlas o como me las cuentan a mí.
No consigo hilar mucho más esta noche pero quería hablar de llegar a mi casa, abrir mi blog y encontrarme comentarios tan largos y sentidos.... no me sentí sola.
Un beso, de aquellos besos especiales, para mis interlocutores.

lunes, enero 30, 2006

HOMENAJE A LA PEÑA LITERARIA

Hace pocas horas regresé de Cartagena. Estuve en el Hay Festival y sí, tengo muchas cosas que decir al respecto y quisiera irlas desgranando lentamente durante los próximos días. Fueron 5 días de viaje que sentí intensos y profundos y que dejaron una huella honda en mi corazón y en el de otros. Durante unos días estuve rodeada por personas maravillosas disfrutando de los encuentros que se permiten en estos ambiente extra-ordinarios (fuera de lo ordinario). Días de caminar por las calles antiguas, de escuchar ponencias y conmoverse con algunas de las figuras invitadas, compartir la pasión por los libros con otros; sentir latidos de ansiedad, de felicidad o de profunda tristeza, sentirlo todo con intensidad.
Ya estoy aquí dispuesta a continuar mi vida y reanudar mi ritmo cotidiano, tengo energías renovadas y nuevas expectativas.
Junto a mí estuvo La peña literaria un grupo que terminó por gestarse durante esos días. Las palabras de hoy son para honrar a cada uno de sus miembros honorarios y agradecerles por un tiempo único.
Cierro con un regalo que recibí en el Festival, un poema de Pessoa que leyó emocionado Vila-Matas el día de su intervención. El poema nos arrancó lagrimas a todos y al amanecer, junto a JD, lo recordé , cuando nos despedíamos de Cartagena y yo no podía evitar recordar Lost in traslation y pensar que así era, que uno se encuentra lejos de casa y puede comunicarse de otras maneras y que lo que surge en esos días de alejamiento, soledad y autodescubrimiento es la aproximación profunda con otro, con otros, que ocuparán, de una manera especial y única, de ahí en adelante, un lugar en mi corazón.

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al claro de luna y al sueño, por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me fuerzo un poco para que me parezca,
que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que voy sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que voy, ¿y qué más habrá en ir sino parar pero ir?

Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta desmedida angustia del espíritu por cosa alguna,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera
de la vida…

Maleable a mis movimientos subconscientes del volante
salta debajo de mí conmigo el automóvil prestado.
Me sonrío del símbolo, al pensar en él, y al torcer a la derecha.
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
Cuánto me prestaron, ¡ ay de mí!, ¡yo mismo soy!

A la izquierda la casucha - sí la casucha- a orilla de la carretera.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que parecía hace poco que me daba libertad,
es ahora una cosa en donde estoy encerrado,
que sólo puedo conducir si en él estoy encerrado,
que sólo domino si me incluyo en él, si él me incluye a mí.

A la izquierda allá hacia atrás la casucha modesta, más que modesta.
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que
es feliz.
Quizá para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana del piso
que está encima
quedé (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real.
Quizá para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina
en el piso de abajo,
soy algo del príncipe de todo corazón de muchacha,
y ella me mirará de soslayo, por los cristales, hasta la curva en que me
perdí.
¿Dejaré sueños tras de mí, o es el automóvil el que los deja?
¿Yo, conductor del automóvil, o el automóvil prestado que yo conduzco?

En la carretera de Sintra a claro de luna, en la tristeza, ante los campos y la noche,
conduciendo el Chevrolet prestado desconsoladamente,
me pierdo en la carretera futura, me esfumo en la distancia que
alcanzo,
y, en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible,
acelero…
Pero mi corazón quedó en el montón de piedras del que me desvié
al verlo sin verlo,
junto a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.

En la carretera de Sintra, cerca de la medianoche, al claro de luna,
al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí…

miércoles, enero 25, 2006

UN POEMA

V
Claro que moriré y me llorarán

en huesos o cenizas
y que dirán palabras y cenizas
y yo habré muerto totalmente.

Claro que esto se acabará
mis manos alimentadas por tus manos
se pensarán de nuevo
en la humedad de la tierra.

Yo no quiero cajón
ni ropa

que el barro asuma mi cabeza
que sus orines me devoren
ahora
desnudo de ti

(no recuerdo el autor pero no es mío, lástima)

viernes, enero 20, 2006

Una historia

Mi primer beso me lo dieron a la entrada de un baño. Supongo que eso tiene que significar algo.... Debo decir que el muchacho y yo llevábamos días hablando por teléfono. Estabamos en vacaciones del colegio y cada vez que me llamaba yo sentía mariposas. Pero, y eso sí que es importante, yo fui la primera que llamó. Mi mamá me dió la idea..."llámalo tú" dijo y me dió una excusa perfecta. Quizás ahí quedé marcada con la sensación de que yo debo, o puedo, ser la de la iniciativa en esos casos. Terminamos por vernos como 15 días después de nuestras charlas interminables y tras una ida a cine en una fiesta de 15. Allí me tuvo un buen rato, a la entrada de ese baño, intentando hilar un discurso con el que me quería pedir que fuerámos novios. Cuando parecía que lo estaba logrando alguien, que necesitaba el baño, nos interrumpía... "permiso, permiso" y tocaba retomar acompañados de la melodía del inodoro colgándose. Finalmente terminó y yo dije que sí y nos quedamos pasmados. Yo tenía trece años, él 14. Yo, enfrascada en un vestido azul, propio de los ochenta, brillante y esponjado, él de corbata... éramos unos niños. Yo, me creía enamorada. Mi mamá llegó por mí, en realidad había llegado antes pero yo la había convencido de volver un poco después. Me parece verla, hasta ahora caigo en cuenta que quién sabe qué tuvo que ponerse a hacer mientras me esperaba, sola, a esas horas de la noche. Cuando al fin llegó por mí, el muchacho en cuestión me dió un beso en la boca. Fue un pico. Me pareció íncreible.... en el carro, que es el mismo que manejo ahora, me tocaba los labios impresionada de sentir la humedad de otra saliva en ellos. Durante varios días hablamos por teléfono hasta que al fin fue a verme y salimos a dar un paseo por los parques del vecindario. Yo sabía que la cosa iba a terminar en besos y que esta vez iba a ser más que ese tímido besito. La caminata fue larga y terminamos debajo de una estructura metálica en algún parque que ahora quisiera visitar.... Se me acercó.... me parece verme.... Apenas sentí su lengua dentro de su boca pensé que eso no estaba entre mis planes.... "¿Cómo, besarse no es acaso un delicado roce de labios?" El intruso me tomó por sorpresa y me produjo bastante asco. LLegué a mi casa extrañada y sentada frente al televisor pensé que estaba jodida... "tengo trece años y besar me parece una porquería, ¿qué se puede esperar del resto?"
Siempre me ha parecido un enigma que terminara, tras semejante sorpresa inicial, por cogerle ráidamente el gusto a la cosa y que a los pocos días estuviera, como buena adolescente, dedicada a besarme durante horas.... Me parece algo triste que esa capacidad besuqueadora se pierda con los años, ¿o acaso es fácil encontrarse a alguien de más de treinta que diga... "uy ayer estuve dándome besos durante cinco horas seguidas"? usualmente se pasa a otra cosa y los besos largos quedan por el camino..... En fin, hoy pensé en eso y en cuando ir al cine era el momento de besarse aún más. Con ese novio estuve tres años y durante ese tiempo pensaba que iba a ser muy raro darse besos con otro que no fuera él (aunque hacía tiempo que no quería estar más ahí), que de seguro me iba a dar asco como la primera vez.... No fue así aunque encontrarse con un cuerpo nuevo siempre es sorpresivo.
Hoy pensé en eso......
Supongo que porque estos días he pensado en inicios y finales, en besos, despedidas y silencios insondables.... supongo que porque esta vez quiero que otro haga la llamada decisiva.

Segunda historia


Ayer tuve un día díficil porque los muchachos, en clase, estaban hablando mucho. El límite entre ser paciente y terminar convertida en el payasito de ellos siempre me ha parecido delgado. Ayer, ya un tanto harta, terminé por ponerles una tarea terriblemente absurda y larga para hacer; "¿no quieren trabajar en clase? -sentencié drámatica- pues trabajen en la casa". Hoy llegaron callados y me alegra sentir que por encima de todo existe entre nosotros camaradería y con más de alguno un verdadero cariño.
Los viernes me gusta leerles historias porque creo, como lo dice Pennac, que uno debe dar a leer. Leí "La carta robada" de Edgar Allan Poe con tres clases de adolescentes. Con las dos primeras estuvo bien, dejé que algunos de ellos leyeran y en su mayoría hubo atención, con la última estuvo mejor... quizás porque fue el curso al que le puse una tarea más larga hubo, hoy, un silencio total.... Sentí a toda la clase concentrada. Yo fuií la única que leyó, ellos me lo pidieron, y yo leí con pasión, haciendo voces y pausas. El texto tiene varios momentos lentos e intenté, en la medida de lo posible, insertar el dramatismo necesario para que se conmovieran con esa aventura del intelecto que es este cuento. Cuando terminé todos aplaudieron fréneticos y yo estuve tentada a hacer una venia. Me dió gusto porque fue un momento especial, porque no deja de maravillarme que un texto escrito en 1800 consiga ser tan actual. Pienso en Poe, en su muerte solitaria en el hospital tras días de errar, perdido entre la nieve, confundido. Pensé en Baudelaire traduciéndolo al francés convencido de que se trata de su alma gemela, de una reencarnación pasada, quizás. Por eso mientras me aplaudían me senía un poco como Luke, en la última película de la saga de Star Wars, cuando estaban en la última celebración y a su lado se encontraban Yoda, ObiWan y su padre sonriendo desde otra dimensión......

jueves, enero 19, 2006

Deseos


Quisiera que mi padre
hubiese sido un tiburón.
Que hubiese hecho pedazos
a cuarenta arponeros
(y yo habría aprendido
a nadar en su sangre).
Mi madre una ballena azul
mi nombre Leautréamont
Muerto en París en 1871
desconocido

Heiner Müller

miércoles, enero 18, 2006

Los pequeños rituales

Hoy quiero escribir sobre esas pequeñas costumbres que le dan orden a nuestros días. Yo necesito ciertas rutinas, son seguridades chiquitas que me tranquilizan el corazón y me permiten mantener los pies en la tierra. Desde hace algunos meses me levanto muy temprano, a las 5:30 empiezo a abrir los ojos. Los días ahora son un poco más largos y eso implica que a esas horas de la madrugada aún no ha salido el sol. Abro la ventana del baño y veo la luna brillante, el cielo que se adivina despejado. Estos días, a esa hora, me he sentido triste... me he dejado llevar por la tristeza por aquello de que "nunca se debe estar triste de estar triste". Me baño despacio y me quedo envuelta en mi toalla, sentada por ahí, pensando en la luna, en otras cosas, en las horas del día que me faltan por vivir. Es un momento mío, que tiene sus tiempos y su orden.... el jabón, el shampoo, la crema en la cara... De ahí salgo a enfrentar el día.
Tengo otro momento, hacia las siete de la noche, cuando me acuesto con mis hijas a leerles historias. No importa qué haya pasado ese día, ni qué tan triste, desesperada o aburrida haya a estado, ese momento me llena de tranquilidad. Apago la luz, me quedo con ellas, a veces me quedo dormida allí un rato y es un sueño reparador y tranquilo. Salgo de allí y siento que empieza otro momento, horas nocturnas sola en el silencio de mi casa o la noche abriendose en abanicos de posibilidades. Los dos son, a su manera, momentos de recogimiento, necesito ambos.

lunes, enero 09, 2006

El nuevo año

Empezó el año. Por delante se vislumbran unas meses nuevecitos listos para estrenar. El 2005 me deparó innumerables sorpresas y cambios, supongo que no termino por asimilar la mayoría. Al lado mío hay un bambú, imposible no recordar las historias de antiguas filosofías chinas que hablan de aprender a ser flexible como el bambú que no pelea contra el viento sino danza con él. La lección es entregarse y soltar.
El año empieza, hoy es mi último día de vacaciones... estoy sola en mi casa y la casa, por instantes se siente grande y vacía, a ratos siento que está llena solo conmigo y mis libros. Veremos que nos deparan los días por venir.

El jardinero fiel

Título original: The Constant Gardener.Año de producción: 2005.Dirección: Fernando Meirelles.Guión: Jeffrey Caine, basado en la novela de John le Carré.Actores: Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston, Bill Nighy, Pete Postlethwaite, Gerard McSorley, Hubert Koundé.

A veces es difícil creer que nos aman. Me es imposible no empezar mi reflexión sobre El jardinero fiel con esa frase. Dirigida por el brasilero Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) la película se encargará de contarnos los horrores que cometen las industrias farmacéuticas en África. De una manera sentida y cuidadosa Meirelles nos interna por barrios oprimidos, hospitales hacinados y la asistencia médica que llega hasta allá condicionada a la experimentación de nuevos medicamentos. Con el corazón oprimido asiste uno a la constatación de que para muchos es el dinero el que mueve el mundo y que la vida humana, el respeto por los otros o por lo menos la consideración no significan nada para muchos. Como si esto fuera poco ese recorrido lo hacemos de la mano de un singular matrimonio, Tessa y Justin, ella joven, decidida y con un profundo compromiso humanitario ha decidido casarse intempestivamente con un diplomático dulce y pacifico, al poco tiempo de conocerlo, y seguirlo a África. A Tessa no la deja descansar el dolor ajeno y está decidida a hacer lo que sea necesario para aliviar, aunque sea un poco el sufrimiento de ese pueblo oprimido, es vehemente, apasionada y hermosa y para Justin es evidente dudar de la inconsistencia del amor de esa muchacha impulsiva. Lo triste y lo que definitivamente está muy bien contado en la película es que conocemos esa historia de amor solo después de que Tessa ha sido brutalmente asesinada. Justin que aparte de su trabajo es un jardinero consumado que cuida con esmero y paciencia sus plantas, decide, con la misma paciencia y empeño descubrir quién o qué están detrás de la muerte de su esposa. Lo afortunado de la película es que nunca termina por convertirse en un clásico thriller, (recordé de una u otra manera mucho a La interprete en la forma en que nos es contada la historia), finalmente no hay sorpresas en la investigación de Justin, sabemos con antelación que los gigantes corporativos han decidido utilizar a los africanos como conejillos de indias, “¿quién lo notará?, ¿acaso no ha visto los índices de mortalidad?”. Lo conmovedor es contemplar como Justin aprende a ver el mundo de la manera en que lo hacía su esposa. Seguimos a ese hombre acercándose al corazón de su esposa y entendiendo que la traicionó de la peor manera: perdió la fe en el amor que ella le tenía. Su búsqueda es un peregrinaje de expiación contada de una manera hermosa y pausada, que termina por revelarnos una historia de amor sentida y trágica.