martes, octubre 30, 2007

Octubre en Nueva York

Hojas sueltas por el piso. El otoño se instala lentamente.
El aire helado recorre las calles.
En NewYork los días se suceden a diferentes velocidades. En el metro te cruzas con los locos de siempre, la señora que cree que la sigues (haces parte de un plan oculto y permanente por desaparecerla), el otro que habla solo, el que grita desesperado...
En medio de las calles, de la inmutabilidad de los rostros en el subterráneo aparece de repente una mujer con orejas de gato, otra con cuernos de diablo, alguno vestido de vaquero o esos que parecen zombies. Pequeños coletazos de Halloween que se aproxima, disfraces que casi pasan desapercibidos en el movimiento de esta gran ciudad.
Camino, camino.
Junto a mí Mónica, a quien conozco desde hace tantos años, crecimos juntas, fuímos compañeras de puesto en el colegio, compañeras de vida durante todo este tiempo. Nos hemos visto crecer, cambiar y de alguna manera hemos encontrado los lazos necesarios para mantenernos unidas.
Camina junto a mí, sonriente, preciosa y en su regazo va Sara que empieza a conocer el mundo lentamente. Sara solo tiene 20 días de nacida y la gente le habla por la calle, le sonríe, la bendice porque aún en esta agitada ciudad que nunca duerme, nunca para, la llegada de una nueva vida sigue siento un motivo de alegría, una suerte de luz de esperanza.
Yo camino y siento que este viaje solo ha sido felicidad y reencuentros, tan variados, tan distintos (como lo es la felicidad que cada uno me proporciona) y que mientras compartes un café, o contestas una llamada hecha desde el otro lado de Estados Unidos las piezas desajustadas regresan a su sitio.

domingo, octubre 28, 2007

En el Benito Juárez

Al llegar a migración en el aereopuerto de México el amable funcionario me informa que me visa solo permite una entrada y que debo escoger si la uso en este momento o a mi regreso. La respuesta es fácil, debo usarla después porque ahora solo voy de pasada y despúes pienso quedarme unos días. Yo estoy parada frente a este hombre con sentimientos encontrados porque recorrí muchas veces ese aereopuerto en otras circunstancias y los olores, el acento, la vista de chapultepec desde el avión y del Popocatepetl nevado me tienen conmovida y emocionada.
Cuando le aviso que la usaré después me dice que entonces estaré bajo custodia.
Soy guiada a un cuarto pequeño, donde el aire acondicionado no deja de enfriar, rodeada de seres desanimados y tristes a los que quizás les espera un destino incierto. A mí me retiran el pasaporte y mis pasajes y a partir de ese momento estaré acompañada de un oficial. Del cuartto frigorífico donde una catrina nos mira sonriente vestida con sus tules rosados (se acerca el día de muertos) me llevan a otro cuarto blanco, más grande, donde quedo aislada con los otros parias, que como yo, carecen de una visa regular o de un pasaporte que los respalde. Ahí estamos, el taiwanés, la familia hindú, el africano, el chino y dos colombianas.
No hay que pensar mucho para ver que ese es el orden mundial, ese cuartico donde no hay nada, ni baño, ni posibilidades de comer nada y en donde un televisor minúsculo trasmite sin cesar horas de noticieros que nadie ve es de alguna manera el lugar que ocupamos ciertas nacionalidades.
Estoy 5 horas allí. Mi maleta de mano, afortunadamente, contiene tesoros inesperados y salen revistas, la novela de Yolanda Reyes, que terminó allí, controles para corregir.
Además debo servirle de intérprete al taiwanés que no habla español y está preocupado por sui suerte y porque nos deje nuestro vuelo de conección
Un oficial me explica mis derechos... siempre simpático y reiendose y me dice que puedo "hacer una llamada, ir al baño y traer algo para comer allí" claro todo esto acompañada.
Salgo con mis compañeros de espera siempre escoltados por el oficial y mientras camino por esos pasillos llenos de luces, compras, duty free que me parece ajenos después de tres horas de encierro, siento que caminamos unidos, los hindús, las colombianas, el taiwanés, vamos sonriendo divertidos esperandonos en las diferentes paradas, mirando con distancia a esos otros que andan por ahí libremente.
La aventura terminó en el momento de abordar el avión que partía rumbo a New York, me despedí de la caleña, del chino, de mis amables "carceleros" que se rieron conmigo, firmé el libro de custodios y cuatro horas después, en NY el taiwanés me contó en el JFK que estaba en problemas porque había visitado Cuba, asistió a un congreso, me mostró su hoja de aduana rayada. Ya le habían advertido que apenas llegara su maleta le iban a sacar todos los productos cubanos que tuviera al interior. Me miró desolado, "por qué pasa esto? compré cigarros y café". De pronto el se estrena en esto de ser paria, de ser diferente por tener un pasaporte con cierta nacionalidad y no entiende cómo pueden condenar unos productos por provenir de un sitio, o entiende menos que lo dejaran salir hacia allá pero no devolverse tranquilo.
Ya en New York, a las dos de la mañana, voy en el metro cargado de maletas mientras atravieso la zona 0, el hueco que dejaron las torres gemelas (arrasadas por odios culturales), voy en ese vagón con negros, latinos, asiáticos, gringos disfrazados... donde todos parecemos iguales, por un efímero momento.

jueves, octubre 25, 2007

El silencio cómplice

Tal vez una de las cosas más terribles (una entre tantas) que se pueden ver es cuando una clase decide atacar sin ninguna conmiseración a un profesor.
Ejemplos hay muchos y variados. Entre sus recuerdos de juventud Mario Vargas LLosa comenta en el capítulo titulado "El cadete de la suerte" de El pez en el agua, que en una ocasión tuvieron a un profesor (que entre otras era un gran poeta peruano pero eso lo descubrió Llosa años después) y que los alumnos gozaban, en ese ambiente de masculinidad y agresión, intimidando a ese ser sensible y diferente a ellos.
En mis épocas de colegio la víctima (una de tantas) fue un profesor de inglés en el que pienso frecuentemente con sentimientos de culpabilidad y vergüenza. A él literalmente le hacían un infierno cada hora de clase. Chistes irrespetuosos, salidas de clase a escondidas, risas sin control, sonidos de animales que interrumpían continuamente todo, robo de exámenes, etc, etc.. él se molestaba, se ofendía, intentaba dialogar en diferentes tonos, amenazaba furiosamente con castigos(no servía de nada) y lo peor era cuando hablaba con la voz quebrada, los ojos aguados porque esa impotencia no conmovía a nadie.
Yo no participaba activamente en las diferentes actitudes acosadoras pero tampoco me enfrentaba a mis compañeros. Callaba frente al dolor de mi profesor y con mi silencio apoyaba a los que se lo causaban.
Desde que soy profesora he pensado mucho en él, en últimas muchas veces temí enfrentarme a un grupo por miedo a sufrir un trato semejante porque vi cómo no existía, al parecer, mecanismo de control que pudiera detener esa situación.
A pequeña escala esto ilustra perfectamente lo que ocurre cuando muchos se unen para atacar a otro, cuando el ser humano se une en manada para "cazar" y oprimi y humillar a otro se convierten en virtudes. Estoy segura de que muchos de los que estaban allí son sensibles al dolor humano y no quisieran causar daño voluntariaremente a nadie pero la situación exacerbaba los ánimos que es lo que ocurre cuando se siente el poder de aprovecharse de un débil, y más si se es apoyado incondicionalmente por otros para hacerlo.
A veces los humanos solo estamos esperando ser azuzados para atacar entonces nos sumamos a una ofensa, contamos chistes racistas, nos burlamos sátiricamente, ingresamos a algun grupo de facebook para denigrar de alguien, insultamos en algun foro... las opciones son múltiples, lo primordial es sentirme por un rato superior.
Desde este espacio que de seguro jamás leerá le pido disculpas a mi profesor por mi silencio cómplice, por tantas lágrimas derramadas durante su estadía en este país y por haber participado en la jauría que decidió exterminarlo.

martes, octubre 23, 2007

Cosas que pasan


El violín de mi hija se ha dañado. En el almacén me dicen que se le ha soltado el alma. "¿Cómo?"pregunto yo, porque suena terrible eso de que se haya desprendido el alma del violín. " ¿Fue acaso un golpe, un maltrato, quizás un trato brusco o una palabra seca la que produjo el incidente?" El señor, imperturbable me contesta que es normal que el alma se desprenda que no se necesita nada tan fuerte para ocasionarlo, "es una dolencia común"él lo arreglará.
Tras unos largos minutos de espera regresa inmutable... "Aquí está".
Si todos los desprendimientos del alma se pudieran solucionar tan fácilmente....

sábado, octubre 20, 2007

Los problemas de Juana

Juana dice que tiene muchos problemas, y eso que solo tiene 4 años:
"Mamá, cuando quiero jugar me tengo que dormir, cuando quiero jugar tengo sueño, cuando tengo que comer no tengo hambre y cuando tengo hambre no es hora de comer... esos son mis problemas"
Cómo la entiendo...

miércoles, octubre 10, 2007

La jaula y el amor

Retomando el hilo después de días de ausencia.
No hace mucho vi el documental que realizó Madonna "Voy a contarte un secreto" sería la traducción literal. Esta mujer que ha sabido conservarse vigente década tras década, esta mujer que no duda en reinventarse y redescubrirse explora durante varios minutos su mundo íntimo durante una gira que realizó por Europa: la contratación de los bailarines, las arduas jornadas de entrenamiento, su vida familiar, la crianza, el matromonio, sus inquietudes humanisticas, etc.. so abordados de manera fresca y desprevenida.
En un momento Madonna dice que vive en una jaula, una jaula debido a su trabajo y a sus múltiples ocupaciones, pero aclara después que por lo menos esa jaula está llena de luz y las palabras vienen acompañadas por la imagen del escenario iluminado.
He pensado mucho en eso, en cómo vivimos en jaulas, es cierto y sería difícil, si no imposible, de evitar. Construímos límites, los necesitamos, paredes y techos para protegernos. Se necesitan estructuras sólidas. Con el paso de los años adquirimos responsabilidades, ladrillos que terminan por formar el muro. No vivimos libres del todo abandonados al azar o, por lo menos, yo no vivo así. Sin embargo me gusta mi jaula, me gustan mis barrotes construídos con palabras, las caras de mis alumnos, el amor de mis amigos, las risas de mis hijas, el tapete del piso, la vista desde la ventana y las infinitas puertas que abren los libros que mantienen el lugar aereado.

Desde mi jaula comparto un poema de María Mercedes Carranza que me repetí mentalmente por estos días.

ODA AL AMOR


Una tarde que nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca,
precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos antiguas.
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper retratos,
barrerlo todo, y seguir viviendo.