domingo, febrero 05, 2012
Al fin
domingo, julio 10, 2011
No estaba muerta, estaba de parranda
miércoles, noviembre 10, 2010
Las mujeres somos así....
(Fotografía Edward Weston)
A veces me pregunto cómo se verá el mundo desde una cabeza masculina.
Si por unos minutos se me concediera la posibilidad de ser hombre ¿vería muchas cosas distintas?, ¿tendría fantásticas revelaciones?
No lo sé, creo, eso sí, y no sé por qué, que descansaría un poco. Tengo la idea, tal vez descabellada, de que si mi cabeza está todo el tiempo llena de cosas, de voces, de pensamientos, de cosas por hacer es porque tengo una cabeza de mujer. Un día como el de hoy, un día en soledad apenas si lo siento porque nunca estoy sola cuando no veo a nadie o, por lo menos, nunca en silencio. Siento que hablo y me contesto, me contestan esas múltiples voces que me habitan.
Sin embargo, no es esto lo más agotador, finalmente, con los años me he acostumbrado a la conferencia permanente que se vive a diario en mi cabeza. Lo más agotador es que ser mujer no parece ser algo que ocurre naturalmente, una condición con la que se nace sino un largo y dispendioso oficio al que no se puede renunciar y del que siempre hay algo nuevo por aprender.
En la actualidad me sorprende el bombardeo mediático sobre lo femenino. Hay mujeres en todas partes, todo el tiempo, nos usan para vender todo tipo de productos que van desde todo lo relacionado con la “higiene femenina”, pasando por todos los productos de limpieza o cocina para el hogar y terminando con cuadernos, carros, el consabido licor y un sin fin de cosas más.
Lo que nos hace tan versátiles es una mezcla extraña. Mientras muchas publicidades explotan nuestro lado maternal, dulce y dedicado a las faenas del hogar (sacrificadas por la familia: “Hey tú, piensa en tu mamá y dale una licuadora, una lavadora etc.); otras se dedican a mostrar nuestro cuerpo y convertirlo en un lugar de deseo, es más, las mujeres en esas publicidades parecen solo querer despertar pasiones, libido. En un día normal veo muchas veces tetas (y no son las mías), están por todas partes, muchas carecen de cara o poco importa ponerle un nombre. No diré que todas parecen gustar igual, por lo menos en la publicidad, porque se privilegian las grandes, las redondas, esas que casi no se mueven. A parte de ese bombardeo basta prender un radio para escuchar que al parecer las mujeres queremos gasolina, candela, fuego, que nos peguen, que nos den, que nos azoten y, en fin, todas esas variantes que llegan a lo mismo. Sin contar las múltiples cantantes que gimen en las canciones y cuyos videos, aún los románticos, deben incluir una toma a las nalgas, al abdomen tonificado, al escote profundo y algún movimiento sensual; cuerpos mojados, expuestos y, ¿por qué no? algo original, un dedo introduciéndose provocativo en la boca pintada de rojo ¿acaso alguien lo ha hecho?.
A todo esto se le suma, este fin de semana, ¿o ha sido todo el mes? Las reinas de belleza, las discusiones minuciosas sobre todas las partes de su cuerpo, los titulares sobre celulitis, estrías, acompañados de las discusiones de las presentadoras, que también fueron reinas, sobre el tema.
Y pareciera que esa fuera la otra esfera de lo femenino, el chisme, el cuchicheo, la crítica. Nos llevan a estar mirándonos y comparándonos todo el tiempo, nos ponen cuotas por cumplir: sé buena hija, buena novia, buena esposa, buena amante, buena madre, buena ama de casa, buena profesional… ¿a quién podemos quedarle mal de esa larga lista sin ser juzgadas o, por lo menos, sentirnos así?
Nos hacen pensar que hacernos desear es casi un deber, un requisito, pero cuidado porque si te desean demasiado quizás te pasen cosas malas y, lo sentimos, pero eso será culpa tuya.
Nos escandalizan las mujeres tapadas del medio oriente pero nos quedamos indiferentes ante la desnudez por la desnudez, a la avalancha de productos para consumir que incluyen mujeres, a la idea escandalosa, a mi modo de ver, que para hacerse visible, sin importar la causa, es necesario salir a desnudarse. Digo esto último pensando en la aún reciente campaña de María Fernanda Valencia para la cámara en la que ofreció desnudarse si salía elegida. No es fácil darse a conocer, alegaba ella, y esta puede ser una manera de hacerlo. Yo diría que efectivamente se daría a conocer, cómo no, de una manera muy íntima y particular pero ¿qué tiene que ver eso con un proyecto político? Tantos años de lucha por reivindicaciones de derechos parecen llegar a que ahora podemos mostrar las tetas sin tapujos y que así podremos obtener muchas cosas. La idea de las actrices colombianas de desnudarse de la cintura para arriba de ser aprobada la ley Fanny Mickey, a pesar de ser una causa noble, me pareció igualmente fuera de lugar. ¿Por qué no se desnudaron los actores también?
Finalmente, es difícil de entender qué se espera al fin de cuentas de nosotras. Es difícil, también, calcular qué tanto daño ha hecho ese ideal femenino actual, extraña mezcla de puta dulce y capaz.
jueves, septiembre 02, 2010
De lo que se encuentra uno en el periódico
"Es mediodía. Es agosto. Su hijo Amador entra hoy al jardín. Su esposo el actor Sebastián Martínez quiere llevarlo, a como dé lugar. Horas antes han puesto una bomba en Bogotá. Kathy está radiante. Come fresas."
Las negrillas, la particular puntuación, todo pertenece al texto original. Normalmente, me resigno en silencio y no protesto pero esta vez no pude quedarme callada. Está bien, el que escribió el artículo quiere sonar moderno y, por qué no, un tanto intelectual jugando con frases cortas y desconectadas. Está bien. Se permite además hablar, durante el artículo, del terapeuta que ayuda a Kathy a "resolver sus pedos" vocabulario que no molestaría en una columna de opinión de un joven desenfadado o en la transcripción literal de una respuesta dada oralmente pero que francamente rechina, así sea lo que comentó ella (me reservo mis comentarios ante esta chocolocura), al ponerlo dentro de un párrafo narrativo pensado para ser publicado en un medio periódistico . Pero bueno, eso hasta me lo paso pero que alguien me explique la secuencia de ideas y, ante todo, el porqué de la refencia a la bomba de Bogotá. Yo sé que el dramático incidente tuvo lugar ese día pero qué tiene que ver con lo que se está contando. ¿Acaso por eso Sebastián Martínez quiere llevar a su hijo al jardín?, ¿teme por él? Sin embargo, de ser eso cierto ¿cómo así que Kathy está radiante y come fresas? Poner esas frases unas tras otras solo se presta a malentendidos, sobre todo lo digo por la imagen tan fuerte e indolente de ella comiendo fresas tras la bomba, como si nada.
Sé que no era la intención del artículo ni me parecería justo juzgar a Kathy Saénz por él, ni más faltaba, pero no pueda dejar de pensar que en este artículo superficial y banal que lee uno para nada, por quemar unos minutos, sirve de ejemplo para ilustrar el profundo abismo que existe en el país entre lo que sucede y la reacción de muchos de sus habitantes al respecto.
sábado, agosto 28, 2010
El origen- Inception
miércoles, agosto 25, 2010
Cerati
jueves, julio 08, 2010
Una tragedia
No sé qué más habrá pasado con el caso, no encuentro información en internet y no deja de ser inquietante que al buscar información sobre este niño me he encontrado muchos casos similares ocurridos en diferentes partes.
El drama que vive su familia debe ser terrible, no lo dudo ni por un instante, perder un hijo en esas circunstancias tan trágicas debe remover todo tipo de sentimientos. Sin embargo, si escribo ahora sobre el caso es porque he pensado mucho en los profesores e intento imaginarme su historia. Entiendo que los padres del niño los juzguen severamente pero no dudo que ellos también deben estar pasándola muy mal. Al leer la noticia sé que muchas personas no dudaran en creerlos culpables en imaginarse que seguro estaban haciendo “quién sabe qué” mientras los niños estaban descuidados a pesar de que supieran que varios de ellos, como Robinson, no sabían nadar. Sin embargo, yo no puedo evitar contarme otra historia, quizás falsa, en la que ese paseo a Silvania logró llevarse a cabo tras muchos esfuerzos y variadas reuniones con la ilusión de llevar a los niños a otro clima a convivir en un lugar alejado de la gran ciudad por unas horas y de repente, sin saber mucho cómo, ni a qué horas, se enfrentaron al hecho de que Robinson se había ahogado. Me imagino el terror, el dolor y la culpa de ver un niño, un alumno, que estaba bajo nuestra responsabilidad ahogado frente a nosotros. Ni pensar en cómo tuvieron que controlar a los otros niños mientras esperaban aún, que no fuera cierto, que se pudiera salvar y al final, tomaron aire para realizar la llamada fatídica y avisar del trágico suceso. No me imagino lo que han sido las noches desde entonces, la manera cómo habrán revivido ciertos momentos una y otra vez creyendo que una decisión diferente en algún momento hubiera podido cambiarlo todo.
Creo que ciertas tragedias tienen la facultad de arrastrar a muchos como avalanchas imparables. Creo que el dolor y la culpa poseen numerosas posibilidades y ocasiones fértiles para aparecer e instalarse; creo que en una historia como esta son muchos los que quedan marcados por su sino trágico cuyas historias y sufrimiento no podemos tan siquiera imaginar.