domingo, abril 13, 2008

Una historia real (de esas que son un recuadro en el periódico)

¿Cómo puede llamarse ella? quizás Mireya, es probable que ese sea un buen nombre.
Mireya aprendió a utilizar el internet porque una amiga del barrio le dijo que era la mejor manera para olvidar a Fredy (ese puede ser el nombre de él).
Los dos vivían en un barrio pobre de Cereté y ese embeleco de su amiga significó salir de ahí hasta el centro a una papelería que tenía computadores con conección. La idea de la amiga era que Mireya subiera una foto suya a uno de esos tantos sitios para conseguir pareja y pudiera "conocer algun gringo que te saque de este hueco y te lleve lejos de la plaga del Fredy".
Tras tres años de noviazgo la relación había llegado a un punto imposible, Fredy la seguía sin cesar, le impedía utilizar ropa que él consideraba provocativa, pintarse las uñas, hablar con otros hombres y como si esto fuera poco le había propinado dos golpizas tremendas que casi la mandan a la clínica. Tras la última, Mireya reunió fuerzas de donde no tenía y contra todos los pronósticos, porque muchas de sus vecinas seguían atadas de por vida a hombres maltratadores, terminó con Fredy.
La amiga sabía ya bastante de internet y no se demoró en subir su foto, previamente seleccionada entre las pocas que tenía sin Fredy, y llenó la información de su perfil.
John, seguro se llamaba John, contestó rápidamente. Él había aprendido algo de español en la escuela y esta mulata sonriente fue suficiente motivo para intentar practicarlo.
Al comienzo eran mensajes cortos pidiendo la información básica, no era el único que había aparecido así que no fue mucho lo que Mireya dijo de él durante los primeros meses porque tenía muchos mensajes para contestar. Pero casi todos fueron desapareciendo rápidamente, algunos la aburrían, otros insinuaban algo sexual y la espantaban, como fuera siempre estaba John y en un momento ya no le interesó nadie más que ese gringo solitario que vivía en un pequeño pueblo en la mitad de Ohio.
John tomó clases para mejorar su español y sus correos fueron cada vez más largos... Empezaron a compartir sueños, contarse historias y de repente hacía menos frío en enero en ese pueblito de Ohio y Cereté era menos chiquito y caluroso.
A Mireya ya las cosas no le parecían tan fatales aunque Fredy seguía acosandola, insultandola por la calle, tirandole piedras en la ventana cuando estaba borracho.
John fue sensible a la vida modesta de Mireya y quiso enviarle dinero, por ahora no podía enviarle mucho pero lo haría muy feliz si ella se comprara algunas cosas y pensara de tanto en tanto en él.
Mireya recibió el dinero inicialmente con recelo y después con alegría, se pudo dar ciertos lujos pero ante todo contempló seriamente la posibilidad de partir.. La tarea, sin embargo, no era fácil por el problema de la visa. John empezó a hacer averigüaciones, algo tendrían que poder hacer. Una mañana le dijo que tal vez lo más fácil fuera casarse y mientras escribió eso contuvo la respiración. Tras dos años de escribirse ese era el correo que deseaba más que nada recibir Mireya y ese día, ella que hasta entonces había sido discreta, cometió el error fatal de contarle a una vecina la historia porque llegó sonriente a la casa. "Ajá, Mire...¿y esa cara?" "Nada Doña sole, que de pronto me voy de aquí que de pronto me caso con un gringo y salgo de este infierno".
La noticia se regó como pólvora. No tardó en llegar a oídos de Fredy...
Si esto fuera un cuento y no una historia de la vida real quizás yo inventaría que la siguió durante días gritandole groserías y obscenidades por la calle, o tal vez, que la esperó un día para golpearla detrás de una tapia; hasta, en un momento de perversión, podría idear que la violó camino a su casa mientras le decía " a ver perra si ahora te va a querer ese gringo malparido".
Pero no... en la vida real, nuestro supuesto Fredy, junto con unos amigos, esperó que saliera de su cita en internet y la secuestró. No quiero ni imaginar que fue de ella durante esos días que estuvo cautiva, a qué espantos pudo haber sido sometida.
Mientras eso pasaba Fredy accedió al correo de Mireya (de seguro ella reveló claves) y le escribió al pobre John un correo espantoso exigiéndole dinero a cambio de la liberación de Mireya.
John, a quien imagino en su casita de suburbio gringo no debió entender mucho. Cuánto agobio, cuánta impotencia debió sentir mientras pensaba qué hacia para reunir ese dinero ( una cifra absurda). Su inquietud se vió abruptamente interrumpida por un correo escrito por la amiga de Mireya, informándole que la habían encontrado muerta, que no enviara nada y que ya no tenía que escribir más. Finalmente, Fredy lo que quería era matarla, someterla a la última tortura, pisotear del todo la ilusión que lo había alejado de él.

Mireya, entonces, terminó sus días asesinada de manera brutal por el exnovio salvaje. John, supongo, sintió que un frío intenso le recorría la espalda y después quedó solo frente a una pantalla inerte en una casa vacía y silenciosa que nunca, nunca, estuvo más vacía y más silenciosa que aquella vez.

1 comentario:

Addiction Kerberos dijo...

El orgullo herido de macho es una realidad escabrosa que lamentablemente es respaldada, si no promovida, por nuestra sociedad machista y llorona que celebra productos culturales en los que la venganza, el desprecio por la mujer, la actitud posesiva y compulsiva amorosa, son vistas con toda la naturaleza del mundo. Me gustó mucho tu ejercicio de sentarte a pensar las dos partes, la de la mujer oprimida y la del extranjero enamorado, sin dar oportunidad de conmiseración con el asesino, cosa que vemos todos los días, como si el asesinato tuviera una explicación obvia: es natural que un hombre herido mate a su novia.

Un saludo.
Luis