miércoles, enero 13, 2010

Viajando por carretera

Viajar por carretera en Colombia permite, además de maravillarse con paisajes variados y distintos disfrutar, a plenitud, parte de nuestro folclor, idiosincracia y claro, inventiva e ingenio nacional.
Es imposible no ver los puentes que se tejen entre diferentes culturas y cómo, finalmente, el tercer mundo se hermana. Muchas calles de pueblos de Sucre me hacían pensar en la India, claro, con menos gente y sin templos milenarios emergiendo en medio del comercio informal, pero ahí está el desorden multicolor, los rickshaw en sus versión tradicional y el motorizado con decoraciones parecidas, la comida exhibida en la calle, las pailas humeantes, las personas en motocicleta sin casco pero sí con niños, bebés, cajas y todo lo que se pueda transportar (y represente un peligro).
Además de las comparaciones puede uno ver las múltiples ocupaciones variopintas que surgen: como los muchachos que están ubicados a la entrada de Aguachica listos a esperar a los conductores de vehículos particulares y perseguirlos en ciclas o motos para ofrecerles diferentes tipos de alojamiento (esto, en realidad, también hace pensar en India). Así que no es raro circular varias cuadras con una pequeña horda de muchachos intentando convencerte de seguirte hacia algún lugar.
En la playa te ofrecen helados, rosquillas, paletas, tamales, collares, ropa, trencitas y masajes. En Riohacha puedes pagar por tener una silla frente al mar que incluye parlante gigante detrás de donde irradia el sonido con el que podrás acallar el ruido de las olas y relajarte (supongo). Si la música de un sitio no te gusta, no te preocupes que en la playa pública podrás encontrar uno al lado del otro varios lugares de estos compitiendo por atraer clientela (la mezcla de todas las músicas produce, creo yo, casi que un nuevo género). De la increíble suciedad que se ve en la playa de Riohacha me dieron una respuesta que supongo buscaban lógica: la basura es importante porque si no ¿qué recogerían los que trabajan en eso? así que botar basura en la playa es darle trabajo a alguien, mira tú, hay que informar mejor a los ambientalistas.
LLegando al Plato, Magdalena, te ofrecen, sobre la vía y al lado del peaje, tortugas de todos los tamaños y aves exóticas dispuestas en unas prácticas cajas con malla que permiten llevárselas a cualquier parte y que, podrán imaginarse, brindan las condiciones aptas para estos animalitos (de eso también deberían estar informados los ambientalistas).
En cada policía acostado de cada pueblito es posible abastacerse sin necesidad de parar de cualquier cosa: agua, gaseosa, jugo, gatorade, café caliente, arepa de huevo, salpicón o maduro recién asado con queso, sin contar, claro, con las frutas típicas de la región.
Finalmente anotaré algunas muestras de ortografía: un aviso oficial que prevenía sobre la necesidad de disminuir la velocidad: DISMINULLA LA VELOCIDAD. Más adelante se veía un MONTAYANTAS (yo propongo un intercambio que sería de mucha utilidad).
En los mejores nombres me quedo con el hotel Hola Inn (al lado del mar por supuesto)
La gallera: El repelúz
Fuera de lugar están los nombres de Moteles a la salida de ciertos de pueblos estilo: La paz ( ¿por qué no?)
La pazzión (bien insistente)
y, el mejor: La mentira (me pareció, de lejos el nombre más inquietante y perverso, mientras los otros intentan hacer enfásis en lo que se busca en u lugar de estos con nombres como: La cita, El amor, El refugio, el Edén o se hacen promesas: Estáxis, amor eterno, etc.. este va directo al grano)

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