Mar adentro
Dirección: Alejandro Amenábar.País: España.Año: 2004.Duración: 110 min.Intérpretes: Javier Bardem (Ramón Sampedro), Belén Rueda (Julia), Lola Dueñas (Rosa), Mabel Rivera (Manuela), Celso Bugallo (José), Clara Segura (Gené), Joan Dalmau (Joaquín), Alberto Jiménez (Germán), Tamar Novas (Javi), Francesc Garrido (Marc).Guión: Alejandro Amenábar y Mateo Gil.Producción: Fernando Bovaira y Alejandro Amenábar.Música: Alejandro Amenábar.Fotografía: Javier Aguirresarobe.Montaje: Iván Aledo.Dirección artística: Benjamín Fernández.Vestuario: Sonia Grande.
Peor que se te muera un hijo es que se quiera morir
De la película de Alejandro Amenábar ya se ha dicho tal vez demasiado. Más allá de insistir en ciertos temas reiterativos hay algunas cosas que quisiera señalar. Lo primero es la capacidad que tiene este joven director para realizar inesperadas “vueltas de tuerca”. Qué más se puede decir del virtuosismo con el que maneja el suspenso en Tesis y en Los otros. (En esta última, es envidiable el despliegue de todo un imaginario gótico y fantástico, reutilizado de una manera original, en la que el terror es producido por algo que no vemos pero que creemos percibir). En el caso de Mar adentro la vuelta de tuerca está en la capacidad de tratar un tema tan difícil sin caer en la tentación del melodrama fácil, ni en la de haberse centrado en el proceso judicial que vivió Sampedro y realizar una suerte de Philadelphia ibérica en la que el tema ya no fuera el SIDA sino la eutanasia. Amenábar, a mi juicio, consigue mantenerse al margen de esas tentaciones y termina por poner el dedo en la llaga en otro tema.: ¿qué nos da razones para vivir? Ahí están, desnudas frente a nosotros, durante el tiempo que dura la película las preguntas que la humanidad ha intentado contestarse durante siglos, ¿para qué vivir?, ¿qué o quién justifica nuestra existencia? La familia, el amor, la poesía, el servicio a los otros, la compañía de los amigos, razones parece haber muchas pero lo cierto es que ninguna es suficientemente fuerte para hacer a Ramón Sampedro, ese hombre que llora riendo, cambiar de opinión, él no desea vivir más. Somos testigos de las emociones encontradas que su decisión produce a su alrededor porque aceptar sin titubeos que alguien desea morir es, en últimas, aceptar que quizás no hay razones suficientes para convencerlo de lo contrario. Para Ramón pasearse por ahí en una silla de ruedas le parecen simples migajas de lo que fuera una existencia libre y despreocupada en la que recorrió medio mundo antes de los veinte años, estar postrado en una cama, imposibilitado para realizar cualquier movimiento por mínimo que sea (tocar la mano de una mujer) no es vida para él. Nada de lo que haga lo va a devolver a ese instante en el que distraído se lanzó contra un banco de arena, uno de esos pequeños momentos, instantes aparentemente intrascendentes que pueden modificar toda una existencia. Lo otro es un lento transcurrir de amaneceres que sin embargo, lo han hecho más sabio, más dolorosamente humano y conciente de nuestras contradicciones y flaquezas, de nuestro deseo permanente por encontrar una respuesta, un camino un asidero que nos libre de la muerte o de nosotros mismos. Es por eso que el personaje de Sampedro consigue fascinarnos porque el ya tiene la respuesta a las preguntas y aunque sea la muerte su única solución eso no deja de ser un canto a la vida, una aceptación trágica sí, pero aceptación al fin de cuentas del destino que le tocó en suerte. Mar adentro no quiere emitir juicios pero sí termina por demostrar que una historia no es una sola sino que tiene muchos matices, muchos ángulos y que lo que podemos interpretar sobre la vida de los otros no son sino vanos intentos en los que terminamos, teniendo como el cura de la película “una boca muy grande.”
Con la última escena, no contento con lo anterior, Amenábar decide hacernos una confrontación final, ¿qué requiere más valor o más cobardía, morir dignamente, o aferrarse a la vida aunque en el esfuerzo terminemos desdibujándonos nosotros mismos?
Golpes del destino
Million Dollar Baby
Warner Bros., 2004, 137 minutos
Director:Clint Eastwood Guión: Paul Haggis, basado en las historias de F.X. Toole Edición: Joel Cox Intérpretes:Clint Eastwood (Frankie Dunn) Hilary Swank (Maggie Fitzgerald) Morgan Freeman (Eddie)
Hillary Swank es Maggie Ftizgerald, una mujer que a pesar de sus 31 años está decidida a convertirse en boxeadora profesional. Hillary, indiscutible ganadora del Oscar por este papel, ya nos había demostrado tras rescatar la saga de Karate Kid, que podía pelear de manera convincente, y aquí tras un exhaustivo entrenamiento y un gran trabajo de caracterización le creemos cada uno de sus puños y no podemos evitar unirnos a las exclamaciones de los demás espectadores durante las escenas de peleas. ¿Acaso hay algo que puede representar mejor la perseverancia y la pasión por cambiar un destino en el que se parece predestinado “a no ser nadie” que una mujer dándose, literalmente, golpes para hacerlo? Clint Eastwood, por su parte, además de componer la música y dirigir, es el encargado de dar vida a Frankie Dunn un entrenador atormentado y retraído, que parece ya haber sufrido demasiado y se encuentra entregado a sus remordimientos cuando decide aceptar un último reto, entrenar a Maggie y convertirla en campeona. Durante esos primeros minutos de película vemos la tenacidad y entereza que se deben tener para sobrepasar obstáculos e imponerse frente a rivales que, como lo dice Fankie, son mejores que nosotros, y cómo, la misma determinación y obstinación (condiciones básicas del boxeador), que llevan a Maggie a entrenar como autómata y soportarlo todo con estoicismo, hacen a Frankie regresar cada día, año tras año, a la iglesia a ver si termina por encontrar un poco de sosiego a pesar de su incredulidad.
Ahí estamos, inocentes, y durante varios minutos sentimos que se están emulando y superando los mejores momentos de Rocky y que el microcosmos que se recrea en el viejo gimnasio que dirige Frankie ya ha conseguido darnos suficientes cosas para pensar. No es así... lo que parecía ser una historia sobre el coraje y la autodeterminación termina por llevar de la mano al espectador a recorrer otros caminos, más difíciles y sinuosos. Tras esa experiencia emocional a la que terminamos abocados, solo nos queda por decir que no son únicamente las historias de los grandes vencedores las que merecen ser contadas, que la noción de derrota o de pérdida es francamente relativa y que mientras enfrentamos nuestras batallas solitarias es posible encontrar compañeros de viaje, esos amigos que se transforman para nosotros en una nueva familia, quizás la única verdadera, que nos da fuerzas para cumplir nuestro destino y encontrar el camino de la redención. Finalmente, todo es más sencillo, más allá de las victorias y las derrotas, los golpes inesperados y los nocaut decisivos Golpes del destino es la hermosa y sentida narración de un anciano que intenta describir de qué está hecho el corazón de un amigo.
Llevados por el deseo
Closer
Dirección: Mike Nichols.Año: 2004. Duración: 98 min. Intérpretes: Julia Roberts (Anna), Jude Law (Dan), Natalie Portman (Alice), Clive Owen (Larry).Guión: Patrick Marber; basado en su obra teatral "Closer".Producción: Mike Nichols, John Calley y Cary Brokaw.Fotografía: Stephen Goldblatt.Montaje: John Bloom y Antonia Van Drimmelen.Diseño de producción: Tim Hatley.Dirección artística: Hannah Moseley.Vestuario: Ann Roth
El que vaya a Closer esperando, como de pronto lo pueden sugerir ciertos cortos, ver una historia de amor, sí, con traiciones y desplantes, pero finalmente de amor puede quedar un tanto sorprendido. ¿Creíamos que íbamos a ver cómo se gesta el amor?, ¿los pequeños gestos, los coqueteos que son la delicia de todos aquellos que gustan del género romántico? Para nada. La película se inicia sin miramientos, va rápido y se detiene solo para hacernos participes de ciertos momentos claves y de los crudos diálogos entre los protagonistas. Los saltos temporales se suceden sin preaviso, no esperen un condescendiente seis meses o un año después. Lo que vemos es la evolución o involución (auque el término suene extraño) de dos relaciones que corren paralelas y se cruzan de maneras inesperadas y peligrosas. La película es una adaptación hecha por Patrick Marber de su exitosa obra teatral del mismo título, presentada en Inglaterra. El director, Mike Nichols (¿Quién le teme a Virginia Wolf?, El graduado) se decidió a mantener el tono teatral y esa es otra de las razones por la cual la película se aleja aún más de las grandes producciones hollywoodenses y toma un tono más propio del cine independiente. Es refrescante, y eso es necesario decirlo, ver a ese elenco de “luminarias”, como lo son Julia Roberts, Clive Owen, Jude Law y Natalie Portman, asumir el reto que propone este tipo de películas. Los cuatro actores consiguen dar vida a personajes complejos y convincentes acompañados por una banda sonora muy bien escogida que aparece solo en los momentos indicados. La fuerza de Closer se centra en los diálogos y en lo que allí se plantea. ¿Qué es el amor? ¿Cómo definirlo en una sociedad cada vez más individualista en la que las relaciones personales se han convertido, muchas veces, en oscuras transacciones de bajos deseos y represiones? Para la muestra baste recordar la escena de encuentro entre los personajes interpretados por Clive Owen y Jude Law en una página de sexo virtual. ¿Cómo definir el amor entre personas que se debaten de manera permanente entre la culpa, el fracaso el descontento y en el que ser otro, o pretender serlo se convierte en una estrategia necesaria para sobrevivir y no ver la sordidez que los rodea? Por eso es difícil ver esta película y sentir empatía por las historias de amor que allí se desarrollan, o, mejor dicho, por eso quisiéramos sentir que no nos parecemos en algo a esos seres desolados que están allí, recordándonos que la consecución del amor termina siendo la confirmación de la más profunda soledad y del desconocimiento absoluto de ese "extraño" que duerme a nuestro lado.
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1 comentario:
me encantaron las reseñas ¿va a haber más?
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