lunes, junio 06, 2005
Dos historias para pensar en el amor
Curiso caso el de anoche… ayer en A&E Mundo dieron Los puentes de Madison, película protagonizada por Meryll Streep y Clint Eastwook. Durante el día había hablado de esa película y fue una grata sorpresa topársela ya en la noche cuando el silencio se apoderaba de la casa. La película es francamente fantástica, ahí están estos dos veteranos, este fotógrafo de la Nacional Geografic y el ama de casa de un pequeño pueblo de Iowa enfrascados en el descubrimiento de una mutua pasión. El destino se confabula para regalarles unos días y entonces se pueden amar.. los ves bailando, mirándose, temerosos primero, después felices, plenos, pero… claro , es imposible que dure. Francesca decide quedarse junto a su marido en un acto que podría interpretare como cobardía pero que es muchas cosas, es asumir un compromiso establecido, quedarse al frente de un hogar que es un proyecto en el que ya estaba embarcada y dejar esos cuatro días congelados en un recuerdo hermoso e intenso que ya no solo nunca le será arrebatado sino que además será eterno. No abandonar a su familia tras el fotógrafo de estabilidad incierta, tras este “ciudadano del mundo” que ya una vez fracasó en establecer un hogar tiene lógica porque tras esos días intensos vendría otra cosa, el día al día, los amaneceres iguales y la culpa por haber abandonado a sus hijos…. Ella se queda y atesora esos días y los convierte en un recuerdo del que puede nutrirse cuando las mareas están bajas, cuando la vida pierde su sentido. Claro, es una decisión difícil y doloroso que supone, también, un sacrificio. Ahora bien, lo curioso es que ayer dieron, en Fox, al tiempo, Una buena chica, película protagonizada por Jennifer Aniston y Jake Gyllenhaal. En ella Aniston encarna a Justine una cajera de supermercado que ha visto pasar frente así sus mejores años cumpliendo con un trabajo mediocre y al lado de un marido que pasa la mayor parte del tiendo viendo televisión mientras fuma marihuana junto a su amigo Bubba. La película se detiene varias veces en la mirada, cada vez más, perdida y vacía de Aniston que abraza con resignación tan triste destino. Aparece entonces el joven Holden (Gyllenhaal) quien se autodenomina así mismo con el nombre del personaje de El guardian entre el centeno. Este joven apasionado, con ambiciones de escritor, descubre en la acongojada Justine un alma gemela (“los dos somos unos abusados, unos incomprendidos”) e iniciarán un apasionado romance. Lo que al inicio devuelve el brillo a los ojos de Justine termina por convertirse en una trampa, es imposible seguir así. El joven Holden está enamorado y desea acabar, de una buena vez, con esa vida de apariencias, huir, hacer algo, tomar las riendas de una vida que los aplasta. Justine por el contrario parece enfrascase más en su vida miserable, y hasta acepta acostarse con Bubba en una terrible escena de sexo con tal de que su secreto no salga a la luz. Enfrentada a la disyuntiva de si continuar su vida monótona y oprimida o huir con este muchacho desestabilizado, casi un niño, atormentado y depresivo opta por lo malo conocido. Es entendible, como lo es la decisión de Francesca en la película de Eastwook, pero lo que duele y lastima de Una buena chica es que Justine optará por su propio bienestar, ese bienestar mediocre y deslucido, a costa de otros, a costa de su propia vida, y preferirá ser “una buena chica” y sacrificar a Holden de la peor manera, destruir, para siempre, cualquier posible vía de escape. Aunque existe, como se ve, cierto paralelismo entre las dos historias las diferencia algo terrible, en la primera, el amor consigue convertirse en una experiencia intensa de comunicación con otro y, sobre todo, en motor de vida, de autoaceptación e impulso vital. En la segunda, lo que inicia de esa manera termina doblegado por la mezquinad y el egoísmo, por un entorno de incomunicados, de existencias monótonas a las que ya nada puede devolverles la vitalidad. Tras la aventura, qué horror, para Justine no solo nada habrá cambiado sino que ahora sus grilletes son aún más fuertes.
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2 comentarios:
Hola mi Dianis: No te voy a hablar sobre estas dos historias de amor, sino sobre tu reseña del Episodio III... sí, señora, todavía hay de qué hablar. Para comenzar, gracias por poner por escrito una parte de tu reflexión sobre esta historia (sé que es sólo una partecita). Por otra parte, bueno (acabo de suspirar profundo), sí, creo que tienes razón en todo; tendremos que desarrollar lo del Grial (he pensado un par de cosas sobre la comunión, como rito de fragmentación y entrega...) y sobre el papel de "maestros" que los Jedis (salvo Obi-Wan) se resisten a cumplir con Anakin; es lo más doloroso de la historia: la soledad a la que someten a este jovencito pasional y desorientado (como cualquier jovencito). Y es que creo que los Jedis sí estaban al tanto de la creación del gran Sith, porque el Senador le dice a Anakin, cuando le cuenta la historia, que ese tipo de historias no las cuentan los jedis; es decir, sí las conocen pero no las cuentan... mmmm. En fin, seguiremos hablando. Que la fuerza esté contigo.
hola, me parece una historia muy romantica y bonita creo que es una historia que vale la pena, gracias por compartirla, yo soy profesor y se las voy a llevar a mis alumnos para que vean lo que es bueno desde niños!
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