miércoles, febrero 01, 2006

Sobre los ruidos internos

A veces escucho sonidos... No vienen de afuera, se producen adentro.
Solo hay uno que rompe la regla: las paladas de tierra cayendo sobre el ataúd de mi mamá. Yo tenía catorce años y la compostura que había mantenido duró hasta ese momento. El sonido me pareció salvaje, bestial, deagarrador... Pum, Pum, Pum y en mi cerebro no lograba registrar que allí abajo estaba mi mamá y ya no quería imaginar más su cara con los ojos cerrados, parecerá dormida, pensaba, porque nunca la vi muerta, con la tierra negra cayéndole. "Ella no está allí" , "ella no está allí" me repetía como en una letanía que me diera fuerzas porque sentía mis piernas flaqueando. Las paladas resonaron en mi cabeza durante mucho tiempo y de una u otra manera fue como si yo también me hubiera lanzado tierra encima durante muchos años.
Después vinieron los sonidos internos... Mi abuela llamó con voz entrecortada una tarde. En realidad yo ni siquiera la reconocí porque solo atinaba a decirme que fuera a su casa ya, con una voz extrañamente trasmutada. Yo acaba de trastearme a una nueva casa y llevaba todo el día desempacando, sintiendome feliz... De pronto entendí, mi tío se había matado en un accidente de carro. Mi tío, mi hermano. Me levanté como pude y me apoyé en una de las tablas del closet y entonces oí un rasguño interno, hondo, profundo, sentí un dolor inmenso y total. Un dolor que literalmente me partía en dos, me doblegaba. Ya sabía qué era la muerte, y la conciencia absoluta y total de que lo que me quedaba por delante era una vida sin Juan me parecía imposible.
Hace unos años el ruido volvió, sentada en el Fiat, el mismo que manejaba mi mamá, escuché unas palabras que me taladraron el corazón. El ruido fue nítido, claro.. yo solo alcancé a murmurar "me has partido el corazón" y sentí que semejante cliché era, en este caso, literal. Ese día, para mí, empezó a morir un amor en el que creí durante más de 8 años.
Pero esta no es una historia con final triste... el sonido lo volví a escuchar hace poco. Tras unos días de profundas tristezas y de ataques de ansiedad... en la mitad de una fiesta feliz y rodeada de amigos, una intervención sorpresiva me rescató. Esta vez escuché click, un sonido claro y fuerte, click y sentí que algo había regresado a su lugar.
Eso he creído estos días y todo se siente mejor...

4 comentarios:

Silver Editions. Colina Revista. dijo...

Saludo Diana.Tengo una consulta sobre el poema de Pessoa que leyó Vilas-Matas-¿De dónde sacaste tu versión?Tengo una entrada sobre el festival en mi página donde cito el poema y se llama "Escrito en un libro abandonado en un viaje"
Por Fernando Pessoa.Me gustaría aclarar la duda contigo.Gracias.

Silver Editions. Colina Revista. dijo...

Gracias por responder y aclarar la duda.Un abrazo.Seguimos hablando.

alcabanzo dijo...

Hola. Hay parásitos buenos. Gracias a Ublado estoy aquí, engrosando la liista de lectores. Mis blogs no son tan trascendentales ni literarios. el de mi banda, Guadalupe, que pronto me hará famoso pero sobre todo, millonario, y el de mis escritos sobre el país, que pronto me hará famoso pero pobre...
En fin, tu escrito me recordó la muerte de m,i padre hace porco más de seis meses... menos mal no es triste... y el click, bueno, sé de qué hablas. lo sentí hace ya casi seis años y aun sigue prendido...

Antonela dijo...

Yo tenía 19 años, y mi mamá había muerto sorpresivamente pero no tanto. Nunca había ido a un velatorio. Siempre me rehusé a ver pedazos de carne metidos en un cajón, sin vida, sin alma. Sin embargo al primer velorio al que asistí fue al de mi propia madre. Me negué rotundamente a entrar al cuartito donde estaba el cajón, con ella metida adentro, con los ojos cerrados, las manos frías y un vestido azul. Al final, terminé entrando. Recuerdo que entré con los ojos cerrados, guiándome por la gente que había a mi alrededor. No quería que mi última imagen de mi mamá fuera verla sin alma. Me acerqué, aún con los ojos herméticos, y toqué su mano. Después besé su frente, y la sentí fría. Sentí también la textura de su piel, irrepetible, irremplazable. Algo me dijo que tenía que abrir los ojos para verla. Quería verla! Pero no así... quería verla con vida, retándome o manejando a los pedos, o riendo. Abrí apenas los ojos, como cuando espiás en un juego en el que no tenés que ver, y vislumbré su silueta, y sus ojos también cerrados.
Maldigo el momento en que hice eso. Hubiese preferido quedarme con el olor y el tacto de su piel.
La extraño, pero hoy en día siento que soy ella.