sábado, julio 19, 2008

Las vacaciones

Las vacaciones pueden ser días llenos de cosas y llenos de nada... Es difícil de explicar, fuera de los horarios el tiempo pasa lento y rápido en una antagonía armoniosa. Es diferente tener días libres en Bogotá, con la ciudad que ruge, con los demás que están en sus trabajos, ocupados, en movimiento y uno entonces se llena también de ocupaciones, de vueltas por hacer. Aparecen las listas de pendientes que tienen la extraña facultad de duplicarse a sí mismos con pasmosa facilidad y los días se van pasando unos sobre otros mientras uno aún no alcanza a digerir lo que ocurrió el mes pasado.
Así ha sido...
No he escrito sobre las películas que he visto, no he escrito sobre cómo el sol sale de una nueva forma, ni sobre lo que me indigna, ni lo que me sorprende... las palabras se han quedado en mi cabeza habitandome solo a mí a ratos me parece triste, a ratos simplemente no pienso en ello porque hay momentos en los que la vida te exige estar todo el tiempo presente, respirando, viviendo y no es fácil hallar el tiempo, o no se quiere, para sentarse y escribir.
Mientras tanto preparo maletas, desarmo otras, reviso fotos del viaje pasado, del de apenas hace unos días cuando fue necesario recorrer diez horas de camino através de trochas y atravesando túneles. (Hay una carretera en Colombia, la que comunica Villanueva con Guateque, que está llena de túneles y cada uno de ellos tiene nombre: el volador, el infierno...se lee en pequeños avisos blancos antes de adentrarte en las entrañas oscuras y húmedas de numerosas montañas.)
Las maletas se abren y se cierran. Aú quedan muchos días de vacaciones.

2 comentarios:

María Paula Muñoz dijo...

con vivir tengo suficiente, dijo Emily cuando le preguntaron que estaba leyendo.

Andrés Torres Guerrero dijo...

Diana, hace algunos días encontré este fragmento que me hizo pensar el gato que pesca:

"Entonces, escribir es el modo de quien tiene la palabra como anzuelo: la palabra pescando lo que no es palabra. Cuando esa no-palabra (la entrelínea) muerde el anzuelo, algo se escribió. Una vez que se pescó la entrelínea, con alivio se podrá arrojar la palabra afuera. Pero cesa la analogía: la no-palabra, al morder el anzuelo, la incorporó. Lo que entonces salva es escribir distraídamente".

LISPECTOR, Clarice. “Agua viva”. Buenos Aires, Sudamericana, 1973, p. 32.