miércoles, diciembre 20, 2006

Nueva en Nueva Delhi

Tras avatares insospechados amanezco al fin en Nueva Delhi... supongo que mi cuerpo no entiende aún ni qué hora es porque ayer me pasé el día dentro de un avión. Atrás quedó París y las largas caminatas en compañía de Felipe. Las aventuras rumbo a la India empezaron en el aereopuerto con el señor que se me acercó nervioso y me pidió que le le llevara una maleta, esto suena mal, yo sé, pero tenía una historia adecuada para sustentar su pedido y la cosa no parecería tan grave si no fuera porque crecí en Colombia y miles de historias se me cruzaron por la cabeza, dudé y dudé... En esencia me la pensé porque dos días antes, en París, había tenido una larga charla sobre la necesidad de abrirse a los demás, recuperar la fe perdida... y en medio de esa charla un argentino nos abordó para hablarnos y el uruguayo, que trabajaba en el bar, nos regaló una ronda de cervezas. Pero esto era otra cosa y al final temí y no le hice el favor y seguí a mi sala de espera con lágrimas en lo ojos porque había sentido temor de ayudar a alguien y porque no sabía si era cierto o infundado y me entristeció no conocer la diferencia.
La sorpresa del vuelo fue destapar la comida del avión y aventurarse en masas amarillas, confituras rojas y sentir sabores nuevos y extraños que me parecieron todos deliciosos. Abajo, atravesabamos montañas nevadas, planicies interminables y después, ya de noche, ciudades como pequeñas arañas de luces en medio de la oscuridad. Llegué a Nueva Delhi a la 1 de la mañana, tras enfrentarme a la salida del aereopuerto con su contraste con el interior, logré subirme a un taxi. Mi vecino de avión me había advertido que manejaban a la izquierda, como los ingleses, y por eso no me dió tanta impresión subirme en ese taxi que podría haber sido de un paisa, por lo colorido y lleno de imagenes religiosas pero manejado al revés. Medio asustada me subí con ese señor con el que escasamente me entendía y que parecía más perdido que yo. Comencé a relajarme, todo parecía bien... y entonces, al carro de adelante literalmente lo arrasó un camión. Ahí delante de mis ojos lo arrugó como a un papel.
Silencio.
Después de eso duré una hora perdida con el taxista, deteniendonos a pedir indicaciones a porteros qe parecían todos un Nestor Eli cubiertos con ruanas y guantes pero que me hablababan en una lengua desconocida y en realidad ni me hablaban sino que se dirigían al chofer y yo sin entender nada, confiando en que él sí entendiera algo. Lisa, mi salvadora, estuvo pendiente y entre ella el celular me rescataron en la madrugada de Delhi y ya estoy aquí, inciando el viaje, rumbo a conocer la ciudad que se adivina desde este balcón donde me han acogido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo varios amigos indios que me han invitado varias veces a visitar su pais, estuve a punto de ir. Mi interes se desvanecio despues de ver las fotos de delhi, no las turisticas pero las de verdad, las de la calle y la gente que vive ahi.

Me interesa mucho ver como te parece a ti...

Suerte en este viaje. Espero que no dejes a tus lectores esperando demasiado.

Un lector

Anónimo dijo...

La no tan anónima se pregunta cuánto tiempo podrá aguantar sin ver una foto tuya con sari... Y cantando Tutaina mientras se banya en las aguas del Ganges.