A la última película de Felipe Aljure la estoy esperando desde cuando vi el estreno de La gente de la universal en 1993. Esa primera película levantó todo tipo de polémicas y comentarios, a mí me encantó cuando la vi y la he vuelto a ver muchas veces con el fin de comentarla con mis alumnos. En clase la película produce la misma impresión que cuando fue estrenada en cines, a unos les gusta mucho otros la detestan. No es un fenómeno difícil de entender si se tiene en cuenta que Aljure rompe con muchos esquemas establecidos y aceptados y porque su visión irónica y satírica del país no siempre es del agrado de todos. El colombian dream, en ese sentido es más de lo mismo, no lo digo para nada como crítica, sino que es posible rastrear varios de esos temas y posibilidades de enfoque que abordó Aljure en esa primera película en esta segunda, estrenada tras tan larga espera.
El primer recurso interesante utilizado en la película es la creación de un narrador, en este caso se trata de un niño de catorce años, el alma de un abortado que espera desde la suerte de limbo en el que se encuentra el momento en que podrá reencarnar. Este particular narrador omnisciente nos acompaña con su voz en off mientras explica o complementa las acciones con comentarios precisos y creando desde su aparición al inicio ese aire tan especial y surrealista que caracterizará muchos momentos de la película.
Es cierto que durante la película se utilizan muchas técnicas visuales, también lo es que ocurren muchas cosas y que hay un gran número de personajes, que la película es larga y que es difícil digerirla toda con verla una sola vez, nada de eso me extraña si a un realizador como Aljure le tocó esperar diez años de ires y venires para poder sacar su película , vaya uno a saber cuándo pueda salir la próxima, así que ese esfuerzo por contarlo y decirlo todo no solo es válido por estas razones prácticas sino porque además le imprimen un sello muy personal y original a la película, casi diría yo que esos son precisamente sus los aciertos. La historia central de la cual se desprenden todas las demás historias paralelas, es la de tres adolescentes que terminarán cuidando un cargamento de pepas sin saber los múltiples problemas que les acarreará involucrar sus destinos con el de los traficantes de este tipo de droga. A primera vista pareciera, entonces, tratarse de una película más sobre narcotráfico y droga en Colombia, pero que no se equivoque nadie porque El colombian dream no se parece a lo hecho en otras producciones nacionales. Primero, el tipo de droga, no estamos aquí ante la cocaína o la marihuana, las pepas de colores ingeridas por los personajes los sumergen en viajes sicodélicos que van acorde con muchas de las imágenes y colores utilizados en la película. Por otra parte, no hay ningún tipo de juicio moral o aprendizaje que pretenda dejar la película como ocurre con otras cintas nacionales. El espectador es invitado a sumergirse en el vértigo de esta aventura en la que presenciamos: el despertar sexual en la adolescencia, lo que ha hecho el dinero fácil, la explotación de los medios, la tradición de violencia en el país, la imposibilidad de ciertos amores y muchas otras historias que se entrecruzan entre el frenesí, el humor y los diálogos cargados de expresiones colombianas. Aljure realiza juegos de cámara, cruce de planos, incluye video clips, en fin, no se guarda recursos posibles. Pero tanta pirotecnia no nos aleja de un relato que aunque nos saca muchas carcajadas también nos produce tristeza porque termina por mostrar un retrato del país y de la manera como muchos de lo sentimientos emergen en él, país de amores convulsos y silenciosos, de humor y ternura pero también de traiciones, muertes y sin sentidos. Me podría detener en varias escenas que me parecieron memorables pero más que intentar diseccionar la película prefiero hacer una invitación por dejarse seducir por esta película acelerada y colorida, por este retrato fresco y doloroso que nos invita a mirarnos desde otro ángulo, desde un lugar sin discursos maniqueos, sin soluciones milagrosas pero en el que, bien que mal, se mantiene la alegría de vivir, la ilusión de un mañana mejor y la fe en el que el amor, por qué no, aunque pueda ser nuestra perdición (como le ocurre al duende) pueda abrirse, como lo muestra el final, como un atisbo de esperanza y nuevos comienzos.
lunes, noviembre 27, 2006
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3 comentarios:
Diana, mi escueta opinión consiste en que el cine colombiano no existe, pero las películas de Aljure sí.
He reflexionado sobre mis palabras, y creo que es una estupidez decir que el cine colombiano no existe.
Que las pepas fueran amarillas, azules y rojas, que un abortado quisiera ver la cara de su mamá, que todo pareciera una caricatura, que se hablara por todos lados de Colombia me hizo odiar esta película.
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