miércoles, marzo 14, 2007

Sobre lo que escribimos


Desde mis años universitarios cuando de una u otra forma entendí que no todo el mundo escribía, ni pensaba en historias para llevar al papel empecé a vivir, junto con amigas mías, la paranoia de no ser leída. Este malestar es fácilmente identificable y se desarrolla desde edades tempranas, consiste, grosso modo en esperar que aquellos que nos quieren o nos aprecian dedicarán tiempo para leernos. Rápidamente descubrimos que esto no es tan evidente, no todos quieren escucharte tu comentario sobre un libro o una película, mucho menos leerte con paciencia. Nuestras antenas se despliegan entonces alertas a estos indicios de "desinterés", "desamor" o cualquier otro calificativo peyorativo que se nos ocurra. Creemos quizás que aquel que nos lea nos leerá también de otras maneras, navegará en nuestro interior, recorrera vías inusitadas. Mientras escribo esto entre el sarcasmo, la risa y la tristeza, no puedo dejar de sentirme culpable por las muchas veces que dejo de leer a aquellos que me importan. Ahí está la tesis de mi amiga que no he abierto, el último correo que no he podido leer con calma, el post reciente que no he mirado etc, etc, y sin embargo, cada uno de ellos me importan y la lista podría multiplicarse. Al escribir esto también pienso en algunos que quisieron leerme hasta saciarse, hastiarse y hastiarme, invadiendo mis diarios, esculcando mis cartas. Otros me escribieron, me volvieron personaje de sus cuentos e hicieron de mi un ser de papel al que querían "re-crear" pero no acompañar a caminar. Finalmente, quedan los que se han sentado a mi lado y me han leído con paciencia mientras escuchan mis palabras, mis amigas, visitas inesperadas, amigos queridos que están lejos y que se han sentado silenciosos a mi lado. Cada uno de esos momentos lo atesoro en mi corazón. Cada uno de esos momentos me devuelve la sonrisa cuando miro todo lo que aún no he escrito... como hoy, que abrí mi correo y alguien me había leído cuidadosamente y me lo hizo saber.