domingo, julio 31, 2005

Sobre el pasado


Te levantas un día y piensas en el pasado.
Es un buen momento para releer tus diarios, poner canciones tristes y preguntarte sobre tu vida, sobre lo que ha hecho de ti la persona que eres hoy (un domingo soleado que te quedaste en casa pensando cosas).
Lo primero que entiendes (aprendiste la lección) es que el pasado es móvil. Los recuerdos no son estáticos, se modifican gracias al significado que les otorgas a medida que van pasando los años. Por ejemplo, tienes un encuentro inesperado durante las pruebas del ICFES con el hermano de una amiga, lo reconoces vagamente tras estrellarte contra él saliendo de una cafetería. Un tiempo después, tras otro encuentro casual, él consigue convertirse en parte importante de tu vida. Han pasado años de eso, ¿cómo no recordar ese estrellón fortuito como un indicio, una pista, que presagiaba lo que ocurriría después? ¿Es o no es cierto?, probablemente no importa. Relees cartas de amor de personas que, ahora piensas, nunca hubieras querido dejar entrar en tu vida... Sin embargo lo hiciste... Entonces buscas un sentido a una serie de malencuentros, malquerencias que te dejaron dolorido el corazón.
Así es el pasado de cambiante, así son los sutiles lazos que crea con nuestro presente.
Veo una foto mía cuando era niña y pienso cómo veía el mundo y cómo el tiempo se me iba en construir mi presente, en inventar a la persona que quería ser, que iba a ser. El ejercicio era complejo porque hasta imaginaba mi cuerpo, el color de mi cabello, la altura que tendría... Me imaginaba solitaria cuidando helechos en alguna casona; me imaginaba vestida de monja, guardando voto de silencio, barriendo el patio de un convento soleado; me veía trabajando en teatro, protagonizando películas, o enseñando en algun salón... El futuro incierto se abría ante mí y yo me imaginaba decidida y tenaz, tomando las riendas de mi vida, cantando ingobernable como Tina Turner, contestataria, diferente.
No fuí tan alta como me lo imaginaba, ni me atreví a las minifaldas atrevidas que visualizaba, muchas cosas no fueron así, simplemente, no sucedieron como lo imaginé. El futuro ya no se ve tan extenso y usualmente consigo imaginarme cómo voy a lucir en tal o tal situación futura.
Es extraño crecer, es extraño tomar decisiones que nos lleven a construir una vida, es dificil resignarse a perder tantas posibilidades. Pero lo más extraño de todo es verse en esas fotos infantiles, con extrañeza, como intentado recordar quién es ese que está ahí fotografiado y por instantes reconocerse... reconocer una sonrisa, una sensación, un recuerdo y tener la certeza absoluta de que siempre hemos sido el mismo.

3 comentarios:

Carolina Alonso C. dijo...

Me gustas en esa foto, puedo reconocer la alegría que eres aunque a veces te rodees de nubes... Te reconozco, esa chiquita que tiene sueños y que se imagina cada día una nueva vida, esa sigues siendo tú. Lo estás haciendo ahora, recreándote, con todo el temor y toda la audacia que hacen parte del proceso. Me siento muy orgullosa de ti, porque sé que no es fácil, ni rápido, porque sé que lo incierto es lo que espera a la vuelta de la esquina y lo incierto tiene muchos rostros. Todo es posible, aún y siempre, el futuro es inmenso, como lo es este presente en el que tomas las decisiones que te constituyen.
Yo recuerdo ese día en que nos conocimos, la confusión con la imagen en el espejo... un señal innegable de esto que ahora somos, un par de hermanas, dos almas gemelas. Te quiero mucho, sé que duele, a mí me duele que te duela. Te mando un abrazo. Uno de esos que tú conoces, de esos.

Anónimo dijo...

He leído tu foto y "contrasta" con tu texto. La alegría de esa niña que está mirando hacia la "cámara", ahora, esa "misma" niña que ha escrito la nota titulada: "Sobre el pasado", pareciera que ha colocado un letrero en la puerta de su casa, en la que reza: "Cerrado por inventario". Si el pasado es un material maleable que lo podemos transformar desde el presente (como tú misma lo afirmas), entonces, por qué no reelaborar el veneno que traía consigo esas cartas de amor (o que traían esas personas que alguna vez te remitieron dichas cartas), en un antídoto contra el dolor o la tristeza.

En la madeja de los días nos podemos enredar, pero también con esa misma madeja podemos tejer juegos (como bien saben hacerlo los gatos), que nos inciten a reir y a danzar.

Ahora que la "mudanza" y el "inventario" dialogan entre cartas y puertas, ojalá que tu gato vuele por las cornisas del universo, en donde un delfín lo arrulle desde sus sueños.



Un amigo imaginario

Anónimo dijo...

Alguna vez un profesor me contaba sus recientes lecturas: eran sobre un filósofo que decía que la única cosa que nos conectaba a nuestro pasado era un relato que nosotros mismos construíamos, un relato tan artificial como cualquier ficción, que intentaba dar secuencia cronológica y cierta linealidad a nuestra vida. SOmos otros, el gato que pesca, algo como decía Charlie García en su unplugged: Yo sólo soy lo que nunca fui. La Diana Ospina de un año de edad es radicalmente distinta a la Diana Ospina contemporánea, como esta actual Diana Ospina será desplazada en el futuro por otra Diana Ospina. Qué queda: el nombre, como un registro de una vida, realmente difícil de conciliar en una sola identidad. Mientras te leía recordaba las palabras de un amigo hace unos años. Me confesaba que le gustaba ver a las personas como niños, como ancianos, ver una misma persona con una distinta edad, reconstruir sus vidas a partir de esas imagenes infantiles que él creaba en su propia mente. También me confesaba con algo de frustración que en mi caso le había resultado imposible imaginarme como niño. Sin embargo para mí su confesión, aunque sincera y bien intencionada, no me resultó tan sorprendente: hasta a mí me cuesta trabajo re-elaborar la narración de lo que ahora soy a lo que era. Como diría el Count Olaf en Lemony Snicket's: los niños, sí, son bonitos, creo que alguna vez hasta yo fui uno. Hay un dicho popular que la gente gusta decir en términos pseudopsicologistas: esa persona no tuvo infancia. Desafortunadamente más que una metáfora esa frase parece ser cierta en casos como el mío. se oscurece todo, entiendes. La bella época de la vida para unos no fue tal. No fue ni la más feliz, ni la más bella. Qué más se puede hacer? Empezar a descreer de esos relatos de la infancia como la bella ingenuidad perdida. Por qué no mi edad puede ser desde ahora la mejor edad del mundo? Acaso la felicidad se mide en números de años? La infancia es la época cruel, es una época de mierda y crueldad y la gente que no crea eso es porque vive en un mundo falso. No todos son los cuentos bellos que nos imponían, también esta El Hijo de Satán de Charles Bukowski quien en este cuento retrata a la perfección lo malo y lo crueles y lo dañinos que pueden ser los niños. La crueldad de la ingenuidad. Ahora estoy grande y me puedo refugiar en mi castillo de letras, nadie me puede tocar ni herir.