Hace pocas horas regresé de Cartagena. Estuve en el Hay Festival y sí, tengo muchas cosas que decir al respecto y quisiera irlas desgranando lentamente durante los próximos días. Fueron 5 días de viaje que sentí intensos y profundos y que dejaron una huella honda en mi corazón y en el de otros. Durante unos días estuve rodeada por personas maravillosas disfrutando de los encuentros que se permiten en estos ambiente extra-ordinarios (fuera de lo ordinario). Días de caminar por las calles antiguas, de escuchar ponencias y conmoverse con algunas de las figuras invitadas, compartir la pasión por los libros con otros; sentir latidos de ansiedad, de felicidad o de profunda tristeza, sentirlo todo con intensidad.
Ya estoy aquí dispuesta a continuar mi vida y reanudar mi ritmo cotidiano, tengo energías renovadas y nuevas expectativas.
Junto a mí estuvo La peña literaria un grupo que terminó por gestarse durante esos días. Las palabras de hoy son para honrar a cada uno de sus miembros honorarios y agradecerles por un tiempo único.
Cierro con un regalo que recibí en el Festival, un poema de Pessoa que leyó emocionado Vila-Matas el día de su intervención. El poema nos arrancó lagrimas a todos y al amanecer, junto a JD, lo recordé , cuando nos despedíamos de Cartagena y yo no podía evitar recordar Lost in traslation y pensar que así era, que uno se encuentra lejos de casa y puede comunicarse de otras maneras y que lo que surge en esos días de alejamiento, soledad y autodescubrimiento es la aproximación profunda con otro, con otros, que ocuparán, de una manera especial y única, de ahí en adelante, un lugar en mi corazón.
Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,
al claro de luna y al sueño, por la carretera desierta,
conduzco a solas, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me fuerzo un poco para que me parezca,
que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que voy sin que haya Lisboa atrás dejada o Sintra a la que llegar,
que voy, ¿y qué más habrá en ir sino parar pero ir?
Voy a pasar la noche en Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
mas cuando llegue a Sintra me apenará no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta desmedida angustia del espíritu por cosa alguna,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera
de la vida…
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante
salta debajo de mí conmigo el automóvil prestado.
Me sonrío del símbolo, al pensar en él, y al torcer a la derecha.
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
Cuánto me prestaron, ¡ ay de mí!, ¡yo mismo soy!
A la izquierda la casucha - sí la casucha- a orilla de la carretera.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que parecía hace poco que me daba libertad,
es ahora una cosa en donde estoy encerrado,
que sólo puedo conducir si en él estoy encerrado,
que sólo domino si me incluyo en él, si él me incluye a mí.
A la izquierda allá hacia atrás la casucha modesta, más que modesta.
Allí la vida debe ser feliz, sólo porque no es la mía.
Si alguien me vio por la ventana soñará: ese sí que
es feliz.
Quizá para el niño que atisbaba detrás de los cristales de la ventana del piso
que está encima
quedé (con el automóvil prestado) como un sueño, como un hada real.
Quizá para la muchacha que al oír el motor miró por la ventana de la cocina
en el piso de abajo,
soy algo del príncipe de todo corazón de muchacha,
y ella me mirará de soslayo, por los cristales, hasta la curva en que me
perdí.
¿Dejaré sueños tras de mí, o es el automóvil el que los deja?
¿Yo, conductor del automóvil, o el automóvil prestado que yo conduzco?
En la carretera de Sintra a claro de luna, en la tristeza, ante los campos y la noche,
conduciendo el Chevrolet prestado desconsoladamente,
me pierdo en la carretera futura, me esfumo en la distancia que
alcanzo,
y, en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible,
acelero…
Pero mi corazón quedó en el montón de piedras del que me desvié
al verlo sin verlo,
junto a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.
En la carretera de Sintra, cerca de la medianoche, al claro de luna,
al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí…
lunes, enero 30, 2006
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3 comentarios:
Alguna vez aprendí que no hay peores personas que los escritores. Cuídate de ellos y de los festivales y del auto-elogio y de quien escribe para un auditorio y de Cartagena y de García Márquez y de quien ya perdió el sentido de lo que escribía.
Se debería dejar de enseñar tanta literatura en las Universidades y, en cambio, empezar a dictar clases de defensa personal.
Hola Diana Ospina
Este semestre casi meto tu clase pero no podía porque tenía 2 créditos, bueno, sí podía, pero no debía por esas cuestiones de créditos que son un desorden en la universidad. En cualquier caso, no interesa eso.
Lo del Festival, me hubiera gustado asistir. Considero que no había escritores taaan interesantes, me gusta Collazos y Abad Faciolince. Aunque también es cierto que muchos son desconocidos para mi. Me hubiera gustado oír a Kureshi, ese sí.
A mi, al contrario de Luis (kerberos), me gustan esas reuniones del gremio literario. Si son con la gente correcta, -los escritores no del estilo de Efraim Medina-, esos encuentros pueden ser buenas experiencias.
Un poema precioso el de Pessoa.
Saludo Diana.Tengo una consulta sobre el poema de Pessoa que leyó Vilas-Matas-¿De dónde sacaste tu versión?Tengo una entrada sobre el festival en mi página donde cito el poema y se llama "Escrito en un libro abandonado en un viaje"
Por Fernando Pessoa.Me gustaría aclarar la duda contigo.Gracias.
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