viernes, octubre 06, 2006

Colofón de una historia

He aquí la desmotración de que los sucesos no ocurren de manera aleatoria o que, por lo menos, es posible pensar que no es así. Escribí aquí la historia de Andrés y Felipe hace poco más de un mes. Conté los pormenores de una historia que marcó mi adolescencia y creí, en ese exorcismo, limpiar sucesos que en su momento me marcaron. Lo extraño, lo mágico, lo inexplicable... es que terminé por encontrarme con Felipe la semana pasada y me parció imposible no consignar ese encuentro en este lugar. Supongo que era lo que faltaba para poder cerrar de una buena vez esa historia. Durante muchos años me imaginé cómo sería ese momento y siempre desee sentirme ese día segura y feliz. Me imaginaba, cual sueño hollywoodense barato, que yo me vería hermosa, eso implicaba, a veces en mi inconsciente, estar peinada, bien vestida, qué sé yo... Lo cierto es que yo no soy muy así, no soy el estereotipo de chica guapa ni nunca me ha interesado serlo y con los años, lentamente voy encontrando el equilibrio de cómo quiero verme. El día del encuentro había estado en una clase de Yoga durante tres horas, con la particularidad de que se hacía en un salón con temperatura alta. La idea era limpiar, purificar... puedo decir que funciona porque llevaba dos días sintiéndome un tanto triste y melancólica y el calor vino a limpiarlo todo. Esa era yo ese día, me miraba al espejo y me veía los ojos grandes y brillantes, era yo con mi pelo húmedo y la camisa quizás muy grande y con la cara limpia. Así me lo encontré, sin maquillajes y aspavientos vanos, sin ser otra, en una fiesta a la que jamás habría asistido de no ser porque ahora "consiento siempre las experiencias de lo imprevisto", como diría Reyes, y lo reconocí, fue lo íncreible,al verle de espaldas el cuello. Los cuerpos que hemos tocado se quedan como tatuados en algún rincón del inconsciente, algo de sus particularidades físicas nos acompaña siempre: una mirada, un olor, una textura, la redondez de un hueso... el cuello de Felipe. Él me reconoció también...
¿Qué decir? que me impresionó constatar el paso del tiempo... que "nosotros los de entonces ya no somos los mismos" y que eso que debería ser tan evidente es muy impresionante cuando ves la expresión del otro al que le han pasado, como a ti, quince años.Vi la inutilidad de anclarse en el pasado, de repasar historias que han cumplido un ciclo y confirmé, una vez más, la nueva etapa que empiezo ahora.
Felipe se sonrío, me sonrío... sigue igual de chistoso, de ligero. Nos miramos desde la distancia y en medio de los cuerpos que bailaban, de la aventura de una noche en la que estuve contenta, se me acercó y me abrazó con fuerza, y estuvimos así por un buen tiempo y con eso, yo creo, honré la historia que construí en la adolescencia y la dejé partir. Me despedí, nos despedimos, de manera afectuosa y sentida y yo le dije adiós...

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